"El cuerpo es el objeto del momento''­

El coreógrafo y director Pablo Rotemberg describe una revalorización de la figura humana en el contexto teatral. Acostumbrado a trabajar sobre temáticas como la violencia y el sexo, admite que busca incomodar al espectador "pero que la pase bien''. Lamenta el escaso apoyo oficial a la danza independiente.­

Es habitué del lugar. Tanto que -medio en broma, medio en serio- amaga con pelearse con el mozo porque se demora en atenderlo. "Cada vez que vengo compro un libro; y está carísimo'', dice el coreógrafo y director Pablo Rotemberg, ya con el agua mineral sobre la mesa en un bar-librería de la calle Thames. El sitio bien podría describirse como `cheto-intelectual-progre', adjetivos -quizá no tanto el primero- que bien podrían caberle al propio Rotemberg, un talento de la danza contemporánea argentina.­

Multipremiado y con una extensa trayectoria, sus obras viajan a Europa y al resto de América latina con frecuencia. La excusa del encuentro fue, precisamente, el reciente estreno de La oscuridad cubrió la Tierra, su último título (jueves a las 21 en el Centro Cultural 25 de Mayo, Av. Triunvirato 4444) y la reposición de La Wagner, que cumple nada menos que siete años, ahora los domingos a las 21 en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759).­

Motivos, por lo tanto, sobran para charlar con Rotemberg y, de paso, indagar en las claves de su proceso creativo, además de sus marcas de fábrica: la violencia y los desnudos.­

El título La oscuridad cubrió la Tierra, en cierta forma, da cuenta de lo que sucede en la obra -lo oscuro, lo religioso y lo opresivo surcan el espectáculo- pero se queda corto respecto del humor, la claridad y la emotividad puesta en escena por el director.­

De ascendencia judía por parte de padre -aclara por enésima vez que no tiene parentesco alguno con (el productor) Carlos Rotemberg- y católica por parte de madre, la educación del futuro coreógrafo y sus dos hermanos siempre se mantuvo alejada de lo religioso. A pesar de eso, `La oscuridad...' parece ideada por alguien muy adentrado en el tema. "No -corta-, soy ateo. Pero lo religioso últimamente me viene llamando la atención. Si bien ya venía pensando en esa cuestión, el origen del espectáculo tiene que ver con (la directora, coreógrafa y performer) Marina Otero, quien me comentó que quería hacer una obra sobre Carlo Gesualdo, el compositor del Renacimiento; si no hubiera sido por esa propuesta esta obra no habría existido. Empezamos con esa idea pero pronto descubrimos que su música era muy poco escénica y su figura también. Pero ella fue el puntapié''. (Finalmente, Otero no pudo participar de la obra porque se lesionó).­

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EL LUGAR DE LA DANZA­

Antes que de sus obras, Rotemberg tiene ganas de hablar de lo difícil que resulta hacer teatro de danza en el país. Explica que hay más apoyo oficial para el circuito independiente "de texto'', pero no así para espectáculos que tienen al baile en su centro. Sin embargo, y a pesar de lo complicado del asunto, ha conseguido -y sabido- mantener sus espectáculos a lo largo del tiempo. Y es respetado y querido por los performers. "Ellos se entregan a lo que les pido de una manera conmovedora'', señala.­

-Da gusto verlos actuar. Esos cuerpos se muestran en toda su potencia.­

-El cuerpo es el objeto del momento. Es medio cliché pero hay una obsesión con el cuerpo en la sociedad. A pesar de la mediatización que existe actualmente, de los dispositivos que nos muestran de todo, todo el tiempo, hay algo en la danza que uno va a ver en el teatro; el atractivo es el cuerpo en vivo, la proximidad del espectador. Hay algo ahí que se mantiene, quizá por contraste con la pantalla.­

Lo que Rotemberg les pide a sus artistas no es poco. Por empezar, pasarse gran parte del tiempo desnudos en escena. Pero no es eso, claro, lo más importante ni seguramente lo más difícil. Los performers deben someterse a una agotadora sesión de movimientos que los obliga a llegar al límite del esfuerzo físico. Y en su nueva obra también cantan. "Ninguno de ellos es cantante pero entrenamos fuerte para que pudieran dar'', explica. Los artistas interpretan canciones del español Paco Ibáñez censuradas durante el franquismo, y una canción de Luis Miguel, famosa cuando el mexicano era niño. "Esos dos universos, la religiosidad y el mundo infantil, son articulados gracias a cierta dramaturgia de la danza que está exenta del relato del teatro -explica Rotemberg-. Para mí la obra trabaja con una cosa medio perversa de jóvenes haciendo de nenitos que están desnudos hablando de Dios''

-Los rituales católicos son muy artísticos.­

-Exacto. El máximo oropel lo tiene el rito católico. Para La oscuridad cubrió la Tierra volví a ver la película Roma, de Fellini, donde está el desfile de curas. Siento que hay una vuelta del fascismo y de la derecha en el mundo que incluye en general a la Iglesia. Se está empezando a ver algo que se creía concluido al terminar la Segunda Guerra.­

-Nunca terminamos finalmente de aprender.­

-No. Yo creo que el hombre es el lobo del hombre. Es así.­

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EL CONTEXTO­

-Toda la parte de baile español de `La oscuridad...' es muy interesante. Son momentos de mucho humor.­

-La Wagner, mi obra anterior más cerrada, es un poco seria o trágica. Acá quise recuperar el humor; mezclar cosas teatrales. Cuando hice La Wagner pensaba: bueno, es re cliché, Richard Wagner asociado a los nazis -ya estaba Cabaret, con esa iconografía del nazismo; encima muestro a cuatro mujeres desnudas en situaciones violentas con música de Wagner-. Después, nadie vio eso: el contexto conforma las obras. De los lugares a los que viajamos en Europa, solamente en Bruselas la vieron en relación al nazismo. Finalmente, quedó como una obra sobre la violencia de género.­

-¿Qué busca con el público?­

-No sé. Ya nadie se escandaliza con nada.­

-De hecho, mostrar cuerpos desnudos ya no llama tanto la atención.­

-En La oscuridad... sólo cuando hacen de niños están desnudos. Tiene lugares donde aparece cierta suavidad. Traté de que apareciesen otros conceptos, además de la violencia y el sexo.­

-¿Busca incomodar al espectador?­

-Sí, pero que la pase bien. Mis obras trabajan con lo alto y lo bajo: cuando parece que es todo más serio, aparece lo otro. Es algo `romántico shakespeariano'. Pero creo que a esta altura lo que la gente ve por el teléfono supera todo, en el sentido de perturbarla.­

-¿Y con sus intérpretes?­

-Por ejemplo, con La Wagner, si bien a mucha gente le pareció horrible y no le gusta, siempre me dijeron que las cuatro artistas son geniales, y eso es cierto: lo son, pero también habla de mí como director. Es algo paternal lo que se da en la dirección. Para mí lo peor que te puede pasar como director es que los intérpretes estén expuestos en la escena; ese es mi mayor miedo, no tiene que ver con que la obra sea mala o buena. Cuando ves que el intérprete está desvalido, solo, desde la dirección, es lo que más temo. Y sentir que eso está bien resuelto, como creo que sucede en estas obras, es mi mayor satisfacción como artista.­