Acaba de estrenar una obra en torno a la figura de Isabel Perón, a través de la cual nos interpela

Arias y lo absurdo de la argentinidad

La pieza de Gonzalo Demaría aborda a la ex presidenta en su exilio y exacerba las líneas esotéricas y el pensamiento político hasta asemejarla a un personaje de terror. "No quiero contribuir a la grieta", aclara, no obstante, el director.

 

"Happyland" ("Tierra feliz"). Así se llama la obra que anoche estrenó Alfredo Arias, el prestigioso director argentino consagrado en París, en la Sala Casacuberta del teatro San Martín. Pero de feliz, aunque busque hacer reír, la pieza parece tener poco. Sobre todo porque remite a un momento muy oscuro y trágico de la historia argentina y a un personaje claramente controvertido.

El mundo idealizado del título alude al cabaret panameño donde la futura "Excelentísima Presidente" María Estela Martínez de Perón, con el alias Isabel, bailaba todas las noches a mediados de los años "50. Había llegado traída por el espía cubano Joe Herald. Allí, donde todo era alegría, conoció a Perón, a la sazón exiliado luego del golpe de estado de la autollamada "Revolución Libertadora". Faltaba mucho para los duros años "70 y el flechazo caribeño entre Isabelita y el ya mayor general fue fulminante. Luego se casarían y ella pasaría a ser su representante o vocera en el país, sin poseer mayor preparación. Lo peor llegaría cuando debió reemplazar al general muerto, nada menos que en la presidencia de la Nación.

El autor Gonzalo Demaría -consagrado, entre otras obras, por la exitosa "Tarascones"- recreó ese mundo panameño idílico en forma de "recuerdos" de una Isabelita detenida en el sur argentino luego de ser derrocada. Sin embargo, la pieza dista de ser un documental y Demaría dejó volar su imaginación. Entonces, a Isabelita, interpretada por Alejandra Radano, se le suma una mucama andaluza (María Merlino), una gobernanta a cargo de Marcos Montes y un arzobispo interpretado por Adriana Pegueroles. En el Panamá de los "50, en tanto, aparece Carlos Casella como Herald y Josefina Scaglione interpretando a la ex presidenta joven. La mayor parte del relato, no obstante, se centra en la bella residencia El Messidor, un castillo a metros del Nahuel Huapi, donde Isabelita debió pasar varios años presa por la dictadura.

EL PERSONAJE
¿Cómo trata la obra a Isabel? ¿Es posible reivindicar o, al menos, intentar humanizar a un personaje que, en lo que concierne a la historia argentina, asumió un lugar clave para el que claramente distaba de estar preparada? (quién podría realmente estarlo en medio de la Triple A, las organizaciones revolucionarias y la crisis económica, da para otro debate). Ni Demaría ni Arias van a reivindicarla, claro está. "Es que ella misma lo dijo: "Si hubiera sabido lo que me esperaba, me habría preparado mejor". Es un personaje del que nadie quiere hablar, una papa caliente, un exabrupto absurdo. Además, revela las bases del absurdo en las que funciona a veces nuestra historia política", explica el director en diálogo con La Prensa.

Que Demaría haya escrito sobre Isabel y le pasara el material a Arias no suena para nada caprichoso. Ambos trabajaron juntos en cinco oportunidades -"Relaciones peligrosas" y "Mambo místico", entre otras- y, en cierto modo, el texto tiende un puente con la historia del director, quien alguna vez se declaró ""un niño peronista"" (de una familia anti). Además, y nada menos, Arias montó el histórico estreno de la "Eva Perón" de Copi en París. También dirigió "Tatuaje" -donde Eva brinda exilio a Miguel de Molina- y "Deshonrada" -sobre Fanny Navarro, fanática peronista-.

Tomando un café en el hall del San Martín, y acompañado por su inseparable amigo Larry, Arias se muestra muy entusiasmado por llevar al escenario a un personaje tan controversial como Isabel: "No creo que fuera casual que ella estuviera donde estuvo -señala, refiriéndose a la Presidencia de la Nación-. Pero si uno tiene una cierta racionalidad debe correrse. Una cosa es que te pongan en una pieza de teatro y seas una mala actriz, pero si te ponen al frente de un país y sos un mal gobernante, y lo sabés, y no tenés ningún instrumento para hacerlo, lo básico es renunciar. Y después, además, está toda su implicancia con la Triple A".

-¿Cuál es el abordaje de la obra?
-La obra se concentra en el exilio. Se exacerban todas las líneas esotéricas y absurdas de ella. Y también sus pensamientos políticos. "Happyland" se aleja del realismo y va hacia algo más fantasmagórico, hacia un filme de terror. Enfrentada Isabel a una gobernanta que es una condensación del poder y el orden contra ella, que es el impoder y el desorden. Ayer alguien que veía el ensayo me decía, ¿qué otra cosa podría nacer de esa persona más que delirio? Al fin y al cabo es volver sobre una historia que es un vacío y un terror. La pieza genera una visión de nosotros mismos, de que podemos asomarnos al terror como si nada fuera.

TOMAR CONCIENCIA
-Presidentes no preparados hubo muchos.
-Sí, claro. Tenemos una gran lista. Pero no quiero contribuir a la grieta, pienso que hay que cerrarla, ver el futuro y avanzar y buscar perspectivas. Una grieta quiere decir "seco"; es un territorio que se resquebrajó porque no se pudo alimentar. Hagamos que todo esto florezca pero también tengamos conciencia de a quién elegimos.

-Está bueno que nos hagamos cargo.
-Exacto. Y por eso hacemos la obra, para hacernos cargo.

-Isabel se hace cargo, lamentablemente.
-Lo que pasa es que ella estaba en una zona muy confusa por la forma en que se elaboró todo eso. Esta es una obra de fantasmas, porque Perón, López Rega y ella vivieron en un mundo de fantasmas. Era la decadencia de un hombre, la ambición nefasta de otro que no tenía ningún prejuicio en empujar al mundo a la barbarie, y una mujer en medio de esos dos a la que le dan a conducir un país. Es bastante increíble. Por otro lado, me parece interesante mirar hacia el futuro y rescatar las cosas positivas del peronismo sin mirar al pasado. Me interesa lo que va a venir.

-¿Algo de eso está en la obra?
-Yo siempre digo que si llegamos a hacer reír al público con esta historia daremos un paso adelante. Porque nos alejaremos y tomaremos distancia de lo absurdos que finalmente somos.