Una obra de baile, sí, pero también de bellas palabras.
El contorno de un cuerpo aparece dibujado sobre el piso en la escenografía de "Lucero del alba", en la sala grande del teatro Pan y Arte de Boedo. Esa imagen se recarga enseguida cuando se piensa que pertenece a Federico García Lorca, fusilado a los 38 años el 19 de agosto de 1936 por fuerzas franquistas, entre otras razones, por ser de izquierda, homosexual, tal vez masón y -sobre todo- por jugarse por lo que pensaba. Ese día mataron a quien acaso haya sido el más grande poeta español del siglo XX. Su cadáver aún no fue encontrado. De ahí que ese cuerpo dibujado en el suelo sea pregnante y cruce toda la obra.
Lorca y su poesía, tan celebrada, han sido siempre parte de la escena porteña. Básicamente existe en estas latitudes una relación de amor inquebrantable hacia el enorme poeta granadino. Tal vez su estancia clave en la ciudad a principios de los años "30 haya sido el detonante para que tenga tantos fieles seguidores.
"Lucero del alba" -una obra sobre todo de baile y música pero también de bellas palabras- utiliza fragmentos de "La casa de Bernarda Alba", su última obra y una de las más representadas. Los combina con otros textos creados por la directora Eva Iglesias y aparece entonces un interesante diálogo entre Federico y sus personajes que culmina en un poderoso monólogo final.
La muy expresiva Carla Petrillo consigue conmover en el escenario componiendo nada menos que a Lorca. De hecho, por momentos se le parece mucho. Su cuerpo, frágil pero plantado, recuerda al joven Federico en toda su potencia.
El conjunto de bailarinas, en tanto, sabe transmitir con su cuerpo la belleza y el poderío del flamenco. También la música en vivo suena con gran intensidad. Sin dudas, los amantes porteños de Lorca saldrán muy satisfechos luego de ver "Lucero del alba". Y los que no lo conocen se encontrarán con la magia lorquiana en pleno corazón de Boedo.
Calificación: Muy bueno