Quizás sea el ritmo que imprime la inflación: así como no pasa un día sin algún aumento de precios, no hay buena noticia que dure más de unas horas. Con una buena parte del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la caja y con la cocarda del ascenso de categoría crediticia en el pecho, el Banco Central salió a estabilizar el mercado cambiario...y lo consiguó. Pero esa satisfacción se deshizo en menos de dos días.
La buena onda recuperada con la clasificación de Argentina a los octavos de final del Mundial quedó neutralizada por los hechos económicos. El miércoles 27 el dólar volvió a subir mientras la Bolsa caía. Ayer, el dólar rozó los 29 pesos. El riesgo país llegó a los 586 puntos. La calificadora Moody's ubicó a la Argentina en el primer lugar entre los países financieramente vulnerables.
El nuevo ministro de la Producción, Dante Sica, un hombre respetado en los ambientes industriales le prometió a las Pymes ("el corazón de la Argentina", según Mauricio Macri) un financiamiento subsidiado de 29 por ciento anual.
Las Pymes agradecieron levemente el gesto: son casi veinte puntos menos que lo que pagan las letas del Banco Central pero, de todos modos, ¿qué rentabilidad se requiere para financiarse al 29 por ciento?
INSTRUMENTOS DE IZQUIERDA
El Gobierno no comenta estos avatares. No hay que hablar de las malas noticias. Para el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, aunque hay dificultades, "la economía va a crecer".
Entretanto, lo que se observa son signos de achique: empresas que cierran o suspenden turnos; firmas que despiden personal (una de ellas, bastante notoria, la agencia oficial de noticias, Telam).
El paro de la CGT del último lunes fue muy amplio y uno de los miembros del triunvirato directivo de la central, Juan Carlos Schmid, resumió su sentido: "Fue la expresión de un extendido malestar social. Hay que corregir el modelo económico y eso reclama la sociedad".
Dado que el Gobierno Nacional, pese a sus zigzagueos, no da señales de querer modificar "el modelo económico", todo parecería indicar que la tensión entre sindicatos y poder político proseguirá y probablemente se acentuará.
El juicio de Schmid puede ser atribuido a su condición de peronista: sin duda la mayoría de los dirigentes obreros adscriben al peronismo (hay excepciones notorias, como el combativo secretario general de Asociación Bancaria, Sergio Omar Palazzo, afiliado radical).
Pero las encuestas deberían indicarle al Gobierno que el descontento con la situación es, efectivamente, amplio y llega más allá de los siempre permeables límites del movimiento que fundó Perón.
A veces, como si estuviera convencido de que su tarea prioritaria para afirmar una identidad propia es diferenciarse del peronismo, el oficialismo pierde la perspectiva, gambetea toda visión autocrítica y hasta intenta emplear retóricamente para sus propios fines los cuestionamientos que el activismo gremial de extrema izquierda formula contra la conducción sindical establecida.
FAVORES RETRIBUIDOS
Los favores en ocasiones son objetivamente retribuidos: el lunes de la huelga una declaración del dirigente ferroviario trotskista Rubén Sobrero ("luchar hasta que caiga el gobierno") fue más atractiva para la prensa oficial y paraoficial que la información sobre la masividad de la medida de fuerza: parecía cortada a medida para teñirla de políticamente violenta.
Los dirigentes de la CGT no se proponen "derrocar al gobierno": quieren negociar, conseguir algunos cambios de política económica ("¿Para que me servirían salarios más altos en el marco de una recesión?", se preguntó el lunes Schmid) y, por cierto, participar en la competencia por la sucesión de Macri en 2019.
En rigor, hasta el propio Sobrero descarta aquel deseo: varias horas después de contribuir al diversionismo informativo con su enrojecida frase, la caracterizó de "furcio", pidió perdón y la borró con corrector blanco.
Los petardeos verbales y las armas tumberas de la ultra suelen seer usados como instrumentos de victimización por el oficialismo
PERDURAR EN DOS VELOCIDADES
El gobierno insinúa un plan (que en su momento Carlos Melconián bautizó como "Perdurar") en dos velocidades. Da por sentado que este año será malo en materia de inflación y de crecimiento y sólo aspira en estos doce meses a no perder los controles por culpa de caídas más abruptas en la popularidad ni (escenario oscuro) por desbordes sociales determinados por los ajustes.
En los meses que restan hasta diciembre intentará, pues, limitar las heterodoxias y las concesiones al punto mínimo que permitan las condiciones del conflicto social.
Al margen de que sus técnicos le prometen a Macri para el año próximo un rebote (es decir, un cambio de tendencia y una mejora progresiva en los indicadores), los estrategas oficialistas se reservan para el año electoral ciertas libertades para "tunear" la economía y llegar al semestre de las urnas con un salario real en crecimiento y un mercado interno bien regado.
Por eso, más por motivos tácticos que por una convicción de fondo, la lógica del Gobierno lo inclinará, en lo que resta de 2017, a buscar acuerdos políticos con la oposición (gobernadores, bloques legislativos...anche gremios principales) que le permitan perdurar sin sufrir olas en los meses delicados.
Esa es la lógica. Pero en la composición del oficialismo hay dispositivos que no siempre actúan según la lógica.