Fútbol en los diques para pechos soleados

Acuarelas porteñas-

Luego del temporal, caminar por el barrio más nuevo de la Ciudad, Puerto Madero, volvió a ser uno de los placeres porteños. En este caso, compartido por numerosos contingentes de migrantes, regionales, locales y mundiales, como puede advertirse al escuchar la diversidad de acentos e idiomas que transitan el aire de las calles con nombres femeninos. 

A pesar de la inefable dupla Larreta-Dietrich con una construcción demorada de la autopista ribereña, que levanta olas de protesta entre vecinos, gastronómicos y visitantes de la zona, que se ven en más de un tramo, expuestos a peligros diversos por falta de señalización o guardavias peatonales adecuadas. Además de haber desquiciado las paradas de buses y el tránsito en general. 

Pasadas las lluvias torrenciales y lodazales municipales, volver a pasear por el moderno distrito, es un atractivo inusual para turistas o residentes latinoamericanos, provincianos, asiáticos, africanos, europeos y norteamericanos, en especial los fines de semana. Muchos de ellos suelen detener sus recorridos en algunos (escasos) espacios verdes, plazas o potreros, que aún no se han convertido en monumentales edificios o inmensas torres. Allí, pueden ver algún partido de fútbol, donde chicos de la Ciudad se enfrentan con denuedo. Y también compartir la inusual pasión que suelen poner padres, allegados o simples espectadores. 

En general, el asombro es advertir la singular expectativa que descargan los mayores sobre los pequeños jugadores, ya que no se trataría más que un entretenimiento. Sin embargo, esta tendencia se repite no sólo entre los diques costeros, sino en las canchitas de barrio, algún potrero suburbano y las famosos complejos de fútbol 5 que abundan en nuestra ciudad y también en el interior. 

No es de extrañar entonces, que los niños sufran desde gritos hasta otras expresiones de brusquedad por parte de acólitos o rivales, generando un encontrado sentimiento de pesadumbre cada vez que disputan un partido. Esto se refleja en la calidad del juego, pero también en la formación del carácter.

¿PECHOS FRIOS?
Hace pocos días, nuestro máximo astro y esperanza seleccionada, Lionel Messi, se quejó del mote de pechos fríos que llevan al inminente torneo ecuménico de Rusia, luego de varias finales perdidas. El inefable "Lio" es justamente un producto prototípico de esta generación de futbolistas acosados por los entornos, más que por las metas deportivas o disfrutar del juego. Nadie duda de sus extraordinarias condiciones. Pero desde su Rosario natal hasta su temprano afincamiento catalán, las posibilidades de jugar uno de esos tempraneros partidos, revancha y el bueno algún sabadomingo, por el honor o un chori", fueron utópicas. Como en el caso de Mascherano, Di María, Higuain, Icardi y otros. 

Llegaron de los countries como el recordado Latorre, entre otros, o se formaron en esas lides barriales a presión. No en el fútbol callejero que alguna vez simbolizó la ""pelota de trapo"". Los últimos quizá de esa partida, hayan sido los primeros campeones mundiales que dio nuestro país. Como Mario Alberto Kempes, Leopoldo Luque, René Houseman o el gran Oscar Ortíz. 
A pesar de que ya entonces el fútbol venia contaminado, y más en esa época como recordó recientemente Ubaldo Fillol, muchos de ellos venían del interior y con sed de gloria, ganada en los potreros. La mayoría no era, ni fueron millonarios, ni se casaron con modelos o actrices, ni llevaron vidas de exposición permanente. Eso vino después, con Diego Maradona y compañía. Más allá del orígen humilde del ídolo. 
El juego pronto quedó detrás de los intereses creados, y así nos fue, y nos va. Como esos chicos de fútbol entre diques cuyo único sol es el que a veces brilla sobre la lluviosa Buenos Aires. No es entonces una cuestión de honor declamado vestir la albiceleste. Se trata de algo personal como lo dijo Messi con la precisión de uno de sus tiros libres. Primero, hay que saber sufrir, después amar, después partir como dice el tango de Virgilio y Homero Expósito. Volver a jugar, en la Ciudad y en el mundo, debería ser el verdadero objetivo de todos quienes amamos el fútbol. Basta de especulaciones. Que nos espera la calurosa estepa euroasiática. Y allá no valen las promesas vanas.