ERNESTO DE LA CARCOVA, UN VIAJERO ENTRE MUNDOS Y CLASES SOCIALES
Uno de los primeros modernos
El artista, al que se rinde homenaje en estos días en el Museo Nacional de Bellas Artes, con motivo del 150 aniversario de su nacimiento, fue excepcionalmente generoso con sus discípulos. Su originalidad fue única.
Luego de la exposición realizada en 1928 por la Asociación de Amigos del Arte, no había vuelto a exhibirse la obra reunida del artista argentino Ernesto de la Cárcova (1866-1927). A partir del 150 aniversario de su nacimiento, el Museo Nacional de Bellas Artes organizó una muestra a cargo de la curadora Laura Malosetti Costa, en colaboración con Carolina Vanegas Carrasco. La exposición cuenta con 70 obras y puede visitarse hasta el próximo domingo 26.
Laura Malosetti Costa es doctora en Historia del Arte e investigadora del Conicet. Además de su actividad académica en la Argentina, se desempeñó como investigadora y profesora visitante en las Universidades de Leeds y de East Anglia, en el Reino Unido, en el Institut Nationale d"Histoire de l"Art de París y en la Freie UniversitŠt de Berlín, entre otras. Malosetti subraya que la importancia de Ernesto de la Cárcova radica no solamente en su valor artístico sino también en su vocación por acercar sitios, tiempos y ámbitos diversos.
- ¿Cómo surgió la idea de realizar esta exposición?
- Yo había trabajado en mi doctorado con los pintores de fin de siglo, a quienes propuse como "los primeros modernos": Eduardo Schiaffino, Eduardo Sívori, Ernesto de la Cárcova, entre otros. Luego seguí con las reapropiaciones de Sin Pan y sin Trabajo. Finalmente, organizamos esta exposición homenaje con mi colega Carolina Vanegas Carrasco, con quien compartimos la cátedra de Historia del Arte Argentino y Latinoamericano del siglo XIX en la Universidad de San Martín.
NUEVOS HORIZONTES
- De la Cárcova comenzó su formación en la Argentina, después viajó a Turín, Florencia y Roma, y tras una breve estadía en París, regresó a Buenos Aires. ¿Cómo vivió el artista ese cruce de horizontes?
- Podría pensarse a de la Cárcova como un viajero, no sólo entre Sudamérica y Europa sino también un viajero entre clases sociales. Miembro de una familia tradicional de los sectores más acomodados, adhirió tempranamente a las ideas socialistas, fue patrono de becarios argentinos en Europa; fundó una escuela de formación de artistas gratuita y participó de innumerables iniciativas. Como artista estaba convencido de que el arte podía contribuir al mejoramiento de la vida social.
- ¿Cómo describiría el ambiente creativo de finales del siglo XIX y principios del XX y de qué manera afectó a de la Cárcova?
- Fue un momento de mundialización del arte europeo, con nuevas tendencias, estilos, públicos, mercados y circuitos. Circulaba mucha información. Los jóvenes artistas viajaban a París, Roma, Florencia y Milán. La Europa de estos años fue un laboratorio del arte moderno y los artistas de Buenos Aires, y en particular de la Cárcova, vivieron intensamente ese momento como viajeros cosmopolitas.
- En el reconocido Sin pan y sin trabajo hay un lenguaje de denuncia peculiar. ¿Cómo describiría ese discurso?
- De la Carcova desplegó un lenguaje figurativo aprendido en las academias de Torino y Roma, pero no puede calificarse de "académico". En Sin pan y sin trabajo y en obras anteriores realizadas en Italia, con temas sociales de pobreza y miseria, de la Cárcova adhiere a una estética naturalista, de paleta oscura y expresión dramática. En sus cuadros de desnudo, casi simultáneos, utiliza otra paleta y un dibujo cercano al simbolismo.
- ¿Qué sabemos de la personalidad de Ernesto de la Cárcova?
- Todos los testimonios hablan de un hombre excepcionalmente generoso y abierto con sus discípulos y colegas. No conozco otro de quien la admiración y el cariño hayan sido tan unánimes. Por otra parte, el despliegue de su actividad múltiple es impresionante incluso hasta los últimos momentos.