Pensar en "un planeta social"

El filósofo y sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman, murió a los 92 años, en Leeds (Inglaterra) según informó el diario polaco Wyborcza. Bauman fue el creador del concepto de "modernidad líquida", muy difundido en la filosofía y sociología de los últimos años.

 

Sociólogo de profesión y analista de excepcional perspicacia, Zygmunt Bauman (Poznan 1925) ha rastreado la caótica trayectoria del individuo en el mundo posguerra fría. Concibió una idea genial: la licuefacción de la modernidad. Esa metáfora (aunque estirada hasta el absurdo por la industria editorial) proporciona una explicación convincente tanto a nuestra angustia existencial como a los cambios tumultuosos que se suceden ante los ojos.

Ahora, todo fluye, nos advierte Bauman. Todo es frágil, efímero, movedizo y esquivo. Al haberse derretido esos marcos de referencia que en la modernidad solida forjaban el superyo o la conciencia (el Estado, la religión, la ideología, la familia), hoy corresponde a cada individuo fijar los límites y trazar la línea entre lo posible y lo imposible en lo que las intervenciones morales se refiere. El yo es una empresa en solitario. Los resultados están a la vista.

ESCLARECEDORES

El autor de esta nota ha leído siete libros de Bauman. En conjunto, resultan esclarecedores más allá de alguna exageración (el nazismo no es comparable con ninguna de las tropelías de la administración Bush) y de cierto pesimismo eurocentrista que desdeña las espectaculares mejoras de la calidad de vida en el los países emergentes. 

Los diagnósticos de Bauman son, en general, impecables, y mezclan filosofía, una visión amplia de la Historia y psicologismo. Ha denunciado, básicamente, que la globalización de la desigualdad, gatillada por el lucro, no sólo condena a millones de personas al destino de baja colateral sino que también destruye magníficas conquistas de la Humanidad, como el Estado de Bienestar (la expresión daño colateral proviene del ámbito militar: son las víctimas no deseadas, por ejemplo durante un bombardeo).

Estado social vs. orden del egoísmo, fue para el pensador polaco el combate primordial del presente.Bauman ha desmenuzado, entre otros temas trascedentes, las cualidades terapéuticas que le hemos adjudicado a la mercancía, como mecanismo de compensación. Las cosas se han convertido en una suerte de analgésicos morales. Regalamos cosas para compensar nuestras ausencias (una característica de la escenario líquido es que se nos exige estar todo el tiempo al servicio incondicional de las relaciones laborales); o compramos cosas para definir y afianzar una identidad, otra cuestión apremiante. La mercancía suple, en otras palabras, la responsabilidad por el otro o la responsabilidad con uno mismo.

INSUTENTABLE

La economía ferozmente consumista -se nos advierte- tiene el cielo como límite. No sólo es insustentable (si todos gastáramos como estadounidenses se necesitarían cinco planetas Tierra) sino que genera fuertes tensiones sociales, al aumentar el número de jóvenes que entran en conflicto con la ley (no se roba para comer, sino para conseguir la carísima zapatilla de moda). "La fuerza principal de la conducta es hoy la aspiración a vivir como los ídolos públicos", dispara Bauman.

El aumento de la desigualdad social -flagelo que debería encabezar la agenda de todos los gobiernos- agrega más leña al fuego.

¿Cuál es la alternativa a todo esto? El profesor emérito de la Universidad de Leeds y la de Varsovia ha abogado por una suerte de despertar de la conciencia. Con un inconfundible tufillo religioso habló de "autolimitación voluntaria y disposición al sacrificio personal"

 Propuso con buen tino convertir al vecino en prójimo y pensar en un planeta social. Esto, a nivel político, implica "desempolvar el nucleo esencial de la utopía activa socialista para elevar la integración humana al nivel de una Humanidad que incluya la población total del planeta".