Siete días de política
Un golpe a la gobernabilidad que agrega incertidumbre económica
Si la Corte le fija las tarifas y Massa aumenta a voluntad el déficit fiscal, el margen de maniobra se achica cada vez más para el gobierno y las expectativas de reactivación se esfuman.
La campaña electoral se adelantó: todas las capillas peronistas se unieron el miércoles en el Congreso para atacar el flanco más débil del gobierno: la falta de poder parlamentario. La jugada de aprobar una rebaja al impuesto a las ganancias que acrecienta riesgosamente un déficit fiscal ya desbordado tiene una sola lectura y un solo objetivo: limar a Mauricio Macri. Lo restante es sólo retórica y costo político.
La retórica pro trabajadores no resultó convincente; tan elemental fue la maniobra del massismo. A su vez el costo político es tanto para el gobierno como para el ex intendente de Tigre, aunque en los medios el primero apareció derrotado y el segundo como vencedor.
Massa no ignora el precio que pagará por el pacto con Máximo Kirchner, pero su propósito principal era mostrar un gobierno debilitado y vulnerable, incapaz de cumplir sus promesas de campaña, sin capacidad de gestión y errático. En apreciable medida lo logró, pero el saldo final de la maniobra sólo se conocerá en los próximos meses.
Lo que se acabó el miércoles pasado con la mayoría aplastante de 140 votos reunida por el peronismo en todas sus variantes es la ficción de la negociación y la racionalidad. La lógica política se retrotrajo a su versión más primaria, la de amigo-enemigo practicada por el kirchnerismo desde 2003, y así seguirá hasta que las urnas no decidan lo contrario. Puede decirse que la campaña electoral del PRO ya la diseñó Massa.
Al abrazarse con los fieles de Cristina Fernández, Massa puso fin, además, al "camino del medio" que había cultivado para diferenciarse de sus dos competidores. La polarización lo arrasó en las presidenciales y amenazaba con hacer otro tanto en las parlamentarias que vienen, en las que se prevé una nueva batalla en torno al populismo. De manera que la imagen de los camporistas más recalcitrantes juntos codo a codo con la "renovación" del PJ ha sido un adelanto de los adversarios que enfrentará el gobierno en 2017.
En ese sentido lo más relevante para el escenario político fue la muy fuerte decisión de Massa, que se jugó por una alianza con sus peores enemigos de los últimos tres años. De la misma manera en que había contribuido a las derrotas de los kirchneristas en 2013 y 2015 les facilitó ahora las armas para hacer algo que habían intentado hasta el miércoles infructuosamente: dañar a Macri.
Cruzó de esa forma una especie de Rubicón (salvando las correspondientes distancias algo más parecido tal vez al Reconquista) y no tiene vuelta atrás. Asumió el liderazgo de una maniobra cuya meta consiste devolver el peronismo al poder sin esperar a 2019. Los tiempos se aceleraron por el fracaso del macrismo en hacer arrancar la economía y por el oportunismo siempre al acecho de Massa.
Si la ofensiva massista se acentúa, tendrá impacto negativo institucional y económico. En el terreno institucional, habrá un conflicto de poderes entre el Ejecutivo y el Congreso, que ya anticipó torpemente la vicepresidente Gabriela Michetti al pronosticar un veto antes de que el proyecto sancionado por la Cámara baja se convierta en ley. Con el peronismo en campaña el choque parece insoslayable ya que desde el restablecimiento de la democracia ningún presidente tuvo tan pocos diputados y senadores como Macri.
Ese conflicto convertiría la legalidad en un tembladeral y abriría el juego a la justicia, otro poder colonizado por el peronismo que ya demostró su escasa voluntad de terminar con la impunidad de la década ganada. En síntesis, un panorama adverso al Ejecutivo.
Sin embargo, el daño institucional podría haber sido mayor si el presidente hubiera cedido a las presiones que durante 2015 partieron del denominado `círculo rojo' y de algunos medios de comunicación para que se uniera a Massa contra el kirchnerismo. De haber cedido a esos reclamos el salto mortal de Massa hubiese tenido el impacto devastador que tuvo la defección de Carlos `Chacho' Alvarez para la Alianza.
En cuanto a la economía, el daño ya está consumado. La imposibilidad de cerrar el agujero fiscal, la conflictividad alentada por la burocracia política y sindical, la puja distributiva y la ausencia de inversión privada confluyeron en cuadro de recesión con inflación. La mala expectativa generada por el giro de Massa sólo servirá para empeorar ese cuadro y deteriorar más todavía el clima de negocios.