Siete días de política

La economía complica la política y debilita la gobernabilidad

La recesión con alta inflación exacerbó la puja distributiva y resucitó a la oposición. Complican a Macri en el Congreso un Massa ya en campaña y el retroceso del peronismo "amigable".

Dos imágenes resumen la situación. Una, la de Roberto Lavagna anunciando un estallido económico por crisis fiscal, mientras su jefe político, Sergio Massa, presenta proyectos en la Cámara de Diputados que dinamitan los ingresos y aumentan el gasto público fuera de toda razonabilidad. Contribuye así con el corazón ligero a un desfinanciamiento que el Ejecutivo debe cubrir endeudándose, lo que abre interrogantes sobre el futuro económico. Y después de hacer eso manda a su vocero a que profetice catástrofes.

La segunda imagen es la de Miguel Pichetto, presidente del hegemónico bloque kirchnerista del Senado, pidiendo en la sesión del miércoles pasado permiso para abstenerse en una votación. Si el presidente de un bloque no muestra la dirección en que deben moverse sus integrantes, su papel es superfluo. Muestra que no tiene un "bloque" que liderar, sino un grupo sin control que se mueve de acuerdo con conveniencias de cortísimo plazo.

Esta anárquica situación de la fuerza que domina en forma holgada las dos cámaras del Congreso conspira no sólo contra el equilibrio fiscal y la reactivación de la economía, sino contra la gobernabilidad. Pero el problema no termina ahí. Al peronismo beligerante se suman los movimientos piqueteros que han encontrado en el Papa una bandera para la unidad de acción y una coartada moral para amenazar sin disimulo al gobierno con el uso de violencia.

En este punto el gobierno se encuentra en un callejón sin salida. Si confronta con los piqueteros, corre el riesgo de una escalada. Si cede, fortalece con financiamiento a un adversario parainstitucional peligroso. Es la situación típica de la extorsión: rechazarla es peligroso, ceder la prolonga indefinidamente.

Conclusión: el presidente se encuentra en medio de un movimiento de pinzas entre la oposición institucional y la callejera que recién comienza y promete agravarse al ritmo en el que lo hace la puja por el ingreso y la proximidad de las elecciones de 2017.

La oposición institucional cree que el fracaso en hacer arrancar la economía le da margen para embestir contra un Macri que, en este caso, se encuentra más en un círculo vicioso que en una encerrona. El gobierno aumenta el gasto para paliar los efectos de la inflación sobre los sectores económicamente más desprotegidos y genera más inflación y consecuentemente más reclamos.

También más pobreza, deterioro del salario y recesión. Todo esto con el objetivo de que no se caigan el consumo y la actividad económica. Ha terminado por comulgar -quizás involuntariamente- con el credo populista de que es posible consumir sin producir y reemplazar la inversión privada por el gasto público. Hay una rica experiencia histórica sobre cómo terminan estas confusiones.

La debilidad del gobierno fortalece al peronismo que lo arrinconó en el Congreso. Lo obligó a tratar la emergencia impulsada por los piqueteros y la reforma del impuesto a las ganancias de Massa. Pero la ofensiva tampoco se detuvo ahí. La "corpo" PJ volteó la reforma electoral con la que Mauricio Macri había prometido poner fin a las boletas de papel y el fraude.

A la oposición parlamentaria se sumaron en esta ocasión los más directos perjudicados: los caudillos provinciales que controlan sus distritos de manera "feudal", según la definición del secretario de Acción Política, Adrián Pérez.

El fracaso de la reforma tiene varias razones, pero la fundamental es el injustificado optimismo en que la corporación política aceptaría mansamente su propia depuración. Una de las sorpresas de la elección de 2015 fue la derrota de los "aparatos" electorales más aceitados a manos de un partido distrital, pero en el Congreso no votan los electores, sino una dirigencia que vive holgadamente de la política.

En esta rodada cayó también el sector del PJ que había hecho posible la sanción de proyectos decisivos para la gobernabilidad con Pichetto a la cabeza. En resumen, entre los kirchneristas que funcionan como francotiradores, los massitas y el desgaste por la situación económica, el macrismo se encuentra librado de ahora en más a sus propias fuerzas en un Congreso hostil y dominado por el adversario al que debe derrotar el año próximo. Un futuro azaroso por donde se los mire.