Siete días de política

El destape judicial acelera la descomposición del kirchnerismo

Una lluvia de investigaciones, indagatorias y procesamientos está acorralando a los principales responsables del anterior gobierno. El peronismo empezó a sentir el impacto y se disgrega.

En un proceso sin antecedentes y, no menos importante, sin control político, la Justicia comenzó lentamente a recuperarse de una inactividad de una década y a investigar los vínculos cada vez más a la vista entre política y delito durante el largo período kirchnerista. Jueces y fiscales hasta ayer acusados de tortuguear ahora dan conferencias de prensa y explican los avances de las causas que entraron en período de deshielo.

Los primeros resultados de este fenómeno inédito provocaron un terremoto en el que colapsó indignamente el kirchnerismo y por el cual los peronistas enmudecieron, tanto los peronistas K como los ‘renovadores’ que tuvieron protagonismo en el anterior régimen. Por ejemplo, Sergio Massa.

Es que todavía no saben cómo terminará por dañar tanto escándalo sus chances electorales el año próximo. En el Congreso empezó el desbande y los kirchneristas están cada vez más aislados. La toma de distancia no asegura, sin embargo, que todos los peronistas saldrán ilesos. Doce años de corrupción grosera con la obra pública, los subsidios y los fondos manejados sin control pueden afectar desde ex gobernadores como el de Jujuy, Eduardo Fellner, hasta intendentes y legisladores.

El estado de sospecha sobre la dirigencia es general y las acusaciones tienen casi el peso de condenas firmes. Mauricio Macri, en tanto, recibió un alivio inesperado cuando se le estaba agotando el plazo de gracia. La inflación no cede, la actividad no se recupera y las expectativas de una mejoría en el segundo semestre se alejan, pero el show de la megacorrupción que nunca se detiene le ha dado un respiro. Su único problema es que no controla lo que ocurre en Comodoro Py y parece no tener intenciones de hacerlo para evitar complicaciones mayores.

El flujo constante de revelaciones dejan al descubierto una de las mayores estafas políticas de la historia nacional. Lo que se había intentado presentar como la ‘década ganada’ resultó en realidad un régimen en el que el poder político fue utilizado para el enriquecimiento ilícito de los que gobernaban.

¿Cómo procesará ese dato la sociedad? Aún no se sabe, pero está en condiciones de convertirse en una de las cuestiones centrales de la próxima campaña en la que candidatas como, por ejemplo, Elisa Carrió pueden provocar una devastación entre sus competidores peronistas.

Anteayer el fiscal Marijuan explicó que un multimillonario monto de dinero malhabido por los Báez había sido girado a Suiza y reingresado al país para comprar propiedades, en lo que pareció la maniobra típica de la era ‘K’: fondos productos de la corrupción empleados para ‘capitalizar’ a los que gobernaban.

Ese episodio explica mucho de lo ocurrido en los últimos años: el uso del poder político para conseguir poder económico y cerrar de esa manera un círculo completo hacia el poder total. Ahora el juez Casanello debe averiguar cómo obtuvo Báez el dinero que lavaba. Nadie queda al margen de este ‘destape’. De la ex presidenta Cristina Fernández para abajo la trama por la que desaparecieron miles de millones de dólares alcanzó a ex funcionarios, a sus familiares y a empresarios.

En la semana que acaba de concluir no hubo prácticamente un día en el que algún miembro de la primera línea del kirchnerismo no fuera allanado, convocado a tribunales o directamente procesado. Terminaron involucrados hasta los hijos de la ex presidenta y los de Lázaro Báez, el empresario con el que ella dice no tener nada que ver. Hasta los recaudadores para la campaña electoral de Cristina Fernández en 2007 fueron procesados por lavado de dinero.

Para completar el cuadro, presos como Báez, López y Pérez Corradi constituyen amenazas ciertas de nuevas revelaciones. La inminente sanción de la ley del arrepentido agravará ese peligro. El abismo que se abre ante el kirchnerismo es consecuencia en primer lugar de su propia ineptitud. No tiene lí- der, ni estrategia, ni siquiera un discurso de defensa mínimamente verosímil.

Denuncia ‘persecución’ ideológica para justificar la aparición los bolsos llenos de dólares no declarados. Dice, como Julio De Vido, que no conoce a funcionarios que trabajaban bajo su autoridad directa. Quiere separarse de Báez, como CFK, cuando el empresario juntó una fortuna literalmente incalculable gracias a los negocios a los que tuvo acceso durante los gobiernos de los Kirchner. Los kirchneristas pasaron de la soberbia al desamparo sin estaciones intermedias.