Siete días de política

El fervor de mayo y la vida secreta de las palabras

La conmemoración de la Revolución de Mayo de 1810, marcó un punto de inflexión en los múltiples disensos que acosan tanto al gobierno como a la oposición, ante un horizonte complejo.

Tras el anunciado veto presidencial, promulgado sobre el fín de la semana previa, se pudo advertir que los efectos de la medida marcan un punto de inflexión por parte del Gobierno, en busca de recuperar la iniciativa perdida, que fue motivo de consultas y también advertencias por parte de Mauricio Macri, a sus principales espadas legislativas.

La trabajosa instalación de la agenda positiva, se inició con la reunión del Consejo del Salario, donde el ministro Jorge Triaca, promovió una serie de ajustes que recibieron una tácita anuencia por parte de un amplio espectro del sindicalismo, pese a las diferencias subsistentes en cuanto a la recuperación salarial. Junto a Andrés Rodríguez (estatales), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Antonio Caló (metalúrgicos) y Armando Cavalieri (comercio), entre otros gremialistas, se acordaron medidas que permiten augurar una tregua con los sectores cegetistas, más allá que los representantes de las dos CTA, Hugo Yasky y Pablo Micheli, hayan manifestado su disconformidad y convocaron a una movilización para el próximo jueves.

En tal sentido, es llamativa la oleada de sinceramientos que alcanza a los gremialistas, ya que el propio Micheli, manifestó que ni con ambas fracciones del nucleamiento lograrían una concentración masiva, en tanto el camionero Hugo Moyano se refugiaba en el silencio, atribulado quizá por penurias futboleras.

Mientras los primeros datos económicos positivos se daban a conocer, un leve retroceso inflacionario y mayor nivel de actividad de acuerdo a consultoras del área, el frente judicial comenzó a registrar renovadas escaramuzas entre el kirchnerismo financiero y los cristinistas, en vísperas del feriado patrio.

A ello se sumaron las plegarias romanas del vocero pontificio, Marcelo Sánchez Sorondo, quien disparó munición gruesa contra los críticos del Santo Padre, que tuvo su baño misericordioso en audiencia privada con Hebe de Bonafini, al parecer arrepentida de algunos dislates tras la elección del último heredero de Pedro.

Pero en materia de arrepentimientos, lo más llamativo, e inquietante para la ex presidente Cristina Kirchner y familia, fue la presentación judicial del menor de los hijos de Lázaro Báez, quien ya había dado indicios de ser proclive a sumarse a las huestes del ex "valijero" Leonardo Fariña, como colaborador de la justicia en el esclarecimiento de las diversas causas que involucran a la distante Cristina, que ni siquiera parece atender con demasiado esmero las urgencias de su ex cuñada Alicia Kirchner, que está bajo fuego en la gobernación de Santa Cruz. Las internas familiares desnudadas por los jóvenes Luciana y Leandro Báez, prometen dar un vuelco a las próximas instancias tribunalicias, donde es factíble apartamiento del juez Sebastián Casanello, cuyo desempeño está siendo analizado por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal Federal.

Finalmente, los anuncios previsionales y el nuevo blanqueo de capitales, se suman a la cargada agenda parlamentaria de las próximas sesiones.

En el Congreso, Sergio Massa y sus huestes renovadoras, prometen insistir con el paquete de normas para las "pymes", y con ánimo diverso, los jefes kirchneristas Héctor Recalde y Miguel Pichetto analizan insistir con la emergencia laboral. Mientras las palabras parecen cobrar vida propia entre tanto exabrupto espiritual, mayo culmina, fervoroso en incógnitas.