Siete días de política

Ahora Macri debe ajustar la gestión política y económica

En cien días salió del cepo, del atraso cambiario y el "default", removiendo trabas financieras. Tiene que empezar a gobernar con un programa productivo claro y una operación política profesional.

Con el levantamiento de la cesación de pagos después de 15 años de ostracismo financiero, el presidente Mauricio Macri cerró la primera etapa de su administración que consistió en desactivar las tres bombas dejadas por la gestión Fernández-Kicillof: cepo, atraso cambiario y "default".

Había que remover esos obstáculos para poner en marcha la economía. Macri lo hizo con mayor rapidez y profesionalismo del que podía esperarse de un gobierno armado a las apuradas. Eso es lo que reflejan las elogios internacionales y el éxito de la emisión de bonos.

Un éxito que, sin embargo, no se detecta fronteras adentro. Las consecuencias negativas de la devaluación -fuerte disparada de los precios, caída del salario real- y la nula capacidad política del macrismo, han alimentado los primeros intentos de organizar una fuerza opositora para jaquear la gobernabilidad.

La encargada de esa tarea es la misma Cristina Fernández derrotada en las urnas hace apenas cinco meses, lo que podría ser considerado auspicioso porque divide al peronismo, pero con la indigencia política del gabinete nada es seguro. De allí la necesidad de una revisión de lo ocurrido desde el 10 de diciembre para encarar la nueva etapa de gobierno.

La primera cuestión de la agenda por venir es la relación con los empresarios, que los medios han deformado hasta la caricatura. La idea de que alguien le puede hablar a los hombres de negocio "con el corazón", sólo pudo habérsele ocurrido a un radical, jamás a alguien con un mínimo sentido de la realidad.

Los reclamos del gobierno para que inviertan representan sólo una parte de la historia. Los empresarios en privado reclaman precisiones sobre el programa económico que viene y contactos con quienes lo pondrán en práctica. No saben -porque nadie se los dijo- hacia dónde apuntará Macri: las exportaciones, la infraestructura, la energía, etcétera. Nadie moverá un peso hasta no saber qué hará el Estado.

Prat Gay y Caputo ya cumplieron su función, ahora le toca al presidente explicar qué botones va a apretar para ganar las elecciones de medio término.

La peor performance ha sido, no obstante, la estrictamente política. Dos hechos de los últimos siete días lo confirman: la pérdida de control del Senado a manos del cristinismo y el zamarreo al que fueron sometidas por los medios las autoridades nacionales y de la ciudad de Buenos Aires a raiz de las muertes por consumo de anfetaminas de participantes en una fiesta masiva.

En el primer caso hubo dos hechos que demostraron la pasividad del macrismo: la primera fue la emisión de un dictamen de comisión en el Senado para prohibir despidos durante seis meses y otorgar doble indemnización a los trabajadores que opten por abandonar sus puestos. Más allá de la ineficacia de una ley de ese tipo para evitar el desempleo, el dictamen era de dudosa legitimidad porque el peronismo recurrió a una maniobra para obtenerlo, pero tanto el PRO como la UCR incomprensiblemente lo convalidaron.

Si llega a convertirse en ley, el costo de vetarlo lo pagará el presidente. El viernes se supo que el kirchnerismo lo aprobará el miércoles próximo en el recinto del Senado, hecho que de confirmarse representará un fuerte golpe para la gobernabilidad.

En ese marco la reunión de la ex presidenta con más de veinte senadores del Frente para la Victoria es otra amenaza a la gobernabilidad que no mereció un solo comentario del gobierno, a pesar de que la hostilidad cristinista tiene varado en la Cámara alta el nombramiento de los dos jueces necesarios para completar la Corte Suprema. La integración de uno de los poderes del Estado está en juego sin que nadie del gobierno reaccione.

La irrupción de la ex presidenta representa un desafío para el sector acuerdista del peronismo -Miguel Pichetto y los gobernadores- y para el peronismo "moderado". El massista Facundo Moyano, por ejemplo, admitió que la vuelta de la señora perjudicará a todo el peronismo.

CFK está en medio de un histórico megaescándalo de corrupción e intenta disfrazarlo de persecusión política involucrando a todo el peronismo y dividiéndolo. El gobierno la ignora y no denuncia ese intento asumiendo una actitud "zen". No interviene y espera que sus enemigos se eliminen entre ellos. Parece confiado en la suerte del principiante.