Siete días de política

Crisis de liderazgo en el PJ y voceros sin control en el PRO

Son tantas las declaraciones "piantavotos" del kirchnerismo que es difícil atribuirlas a la mala suerte de Scioli. Los voceros económicos de Macri aceitan la campaña negativa del oficialismo.

En el último tramo de la campaña Daniel Scioli corre de atrás. Se le nota la tensión en el gesto y las palabras. El 25 el gobierno recibió un monumental voto castigo pero él contra toda lógica se ha kirchnerizado hasta el punto de reivindicar el desastre macroeconómico que deja la presidenta Cristina Fernández. También de manera incomprensible promete más de lo mismo. Yuanes chinos inclusive. Se instaló en el mundo del Indec.

Pero, a pesar de tanta irrealidad, no está perdido, porque los voceros de Mauricio Macri (Prat Gay, Melconian, Aranguren) le dan material de sobra para preocupar a los votantes con una devaluación que será inevitable gane quien gane por la simple razón de que se acabaron los dólares. En lo que va de noviembre el Banco Central perdió más de mil millones de reservas y todos los días pierde más de cien. Hay un traspaso al billete verde que se está convirtiendo en estampida. Eso es lo que piensa la gente del dólar a 10 pesos y del cepo de Kicillof.

En ese contexto jurar que nada cambiará es poco creible, pero el gobernador bonaerense se aferra a esa promesa porque a esta altura nada tiene que perder. Logró, además, con la persistencia que lo caracteriza que el debate no sea sobre la tierra arrasada que deja Kicillof, sino sobre el presunto efecto de lo que hará Macri. Más aún, los aumentos de precios son para él culpa de alguien que todavía no llegó al poder y no obra del gobierno que hace 12 años que maneja discrecionalmente la economía.

No es poco mérito llevar la discusión a ese terreno. El problema es quién le cree. Si un sector amplio de la sociedad o sólo los adictos al relato que no necesitan demasiadas excusas para votar al Frente para la Victoria. ¿Ganará votos massistas o de indecisos?

Otro problema de Scioli, no menor que la herencia kirchnerista que asume estoicamente, es la falta de conducción de su propio espacio político. El corteja a Sergio Massa, pero Kicillof lo insulta. Pidió a todos sus colaboradores que no digan una palabra contra María Eugenia Vidal y un vocero de los "intelectuales" K la agrede con la más deplorables expresiones sexistas.

Cada vez que abre la boca Hebe de Bonafini o Gerardo Romano le recuerdan a la mayoría del padrón por qué es mejor votar por un cambio.

En ese universo de kirchneristas que la mayoría de los votantes no quiere ver más ocupa un lugar destacado Aníbal Fernández, que tampoco deja pasar oportunidad de hostigar a Scioli. En este caso no se trata de expresiones azarosas. Enconado por la derrota, desgasta al candidato del FPV cada vez que puede.

Su última estocada fue decir que es una "estupidez" sciolista considerarlo responsable de la derrota bonaerense y que el culpable es el propio Scioli, porque como cabeza de lista debía "traccionar" todas las candidaturas. Pese a tantas amarguras, Scioli debe estar agradecido de que la presidenta no hizo ninguna cadena nacional en los últimos siete días.

Efecto directo del descontrol del oficialismo, es la creencia de que Scioli carecerá de poder real y será un instrumento de la presidenta. Que no gobernará él, sino "la Cámpora". Tan extendida es esa sospecha que ha debido desmentirla en público. "Voy a gobernar yo", se vio obligado a declarar, porque es sólo el candidato, no el líder del PJ.

Hay además hechos, no sólo palabras, que lo muestran sin control de la situación. Después de la usurpación de un enorme predio en Merlo había declarado que habría "tolerancia cero" para los piquetes, pero los intrusos (instigados por una interna kirchnerista) sigue ocupando el predio y se ríen del gobierno provincial. Nadie parece disponer de autoridad para echarlos.

Ante los problemas concretos de gestión el candidato oficialista habla de poder corporativo, del FMI, del mercado, de los buitres y de otros lugares comunes del "relato" que fracasó en las urnas hace quince días. ¿Le alcanzará para dar vuelta la tendencia en su contra? Las encuestas dicen que no, al menos todavía, aunque Mauricio Macri lo ayuda con su actitud de no enfrentar la campaña negativa.

El líder de Cambiemos ignora sus ataques y se mueve como un pastor mediático predicando paz y alegría. Esta noche se verán las caras. El sciolismo cree que es su última oportunidad para torcer la suerte, pero ni los expertos están seguros del efecto del debate. Sólo se animan a confesar su incertidumbre. Como en la primera vuelta.