Eternas preguntas sobre la vida

Eleanor Catton, la ganadora más joven del premio Booker con "Las Luminarias" reflexiona sobre su vocación y los temas de su obra galardonada. La autora neozelandesa, que estuvo de visita en el país invitada por el Filba, cuenta detalles de una historia decimonónica de amor y codicia en clave astrológica.

No conocemos mucho de Nueva Zelanda. Podemos hablar de Katherine Mansfield y sus maravillosos cuentos, de Jane Campion que dirigiera La lección de piano o del director Lee Tamahori y su cine áspero y contestatario (Una vez fuimos guerreros) junto con el actor Russell Crowe, el de El informante, que naciera allí. Por no hablar de la misteriosa cultura maorí. 

Días atrás llegó a nuestro país convocada por el Filba, Eleanor Catton, que en 2013 con sus entonces 28 años y su novela Las Luminarias se alzó con el prestigioso Premio Man Booker, que tuvo honrosos antecesores como Naipaul, Coetzee, Amis, Margaret Atwood o Ishiguro (Lo que queda del día).

Una delicada y amable presencia nos recibe en un hotel de Palermo. Dueña de un habla cuidada y que se expresa sin ocultar sus dudas. Parece ser escritora de preguntas y de reflexiones. Cuando le preguntamos qué importancia le da a los premios literarios, responde con seguridad y dulzura.

"No escribimos para ganar un premio. No tiene que ver con la creación. Pero tiene sentido la cultura de premios, hay tantos libros en el mundo y un premio es útil para acortar los objetivos. A mí me significó ser económicamente independiente, un regalo. Tengo más tiempo para escribir y entender qué es estar vivo".

Esta rubiecita cordial sabe el justo lugar que puede tener un premio más allá de la fama. Ella ya recibió otro muy importante, el Adam Award de la Universidad de Victoria, por su primera novela El ensayo general, un éxito de crítica y público, digna tesis de graduación que completó su master en Escritura Creativa.

-¿Qué significa escribir para vos?

-Es mi manera de hacer preguntas sobre el destino. La relación entre el destino y el mundo. ¿Cuánto de control tenemos sobre nuestros propios destinos? El destino y el mundo, el control, el libre albedrío, la libertad, temas que su última novela reitera y que fueron madurando desde la época en que niña solitaria en un hogar sin televisión ("Mis padres no la querían en casa. Yo no estaba muy conforme con eso") y con dos hermanos, ya escribía secretamente, mientras su hermano dirigía colonias de hormigas en el jardín cambiando las reinas de lugar (ahora es científico) y su hermana tocaba el piano y se interesaba por el arte ("sigue haciéndolo").

Sabiendo que también el tema de la astrología se profundiza en su libro Las Luminarias, quisimos conocer si es una persona religiosa.

"Creo que soy una persona religiosa -arriesga-. No me eduqué en una religión en particular. Como ya dije, mi padre es profesor de filosofía y mi madre bibliotecaria. Ellos creen mucho en no creer en nada. Y yo no estoy satisfecha con eso de "esto es todo" cuando observo el mundo".

Eleanor Catton nació en Ontario, Canadá, y fue trasplantada a los seis años a Nueva Zelanda, la tierra de su padre. "Escribir era y es lo que más quería hacer en el mundo -cuenta-. Leía muchísimo. Todos lo hacíamos".

Repasando un poco toda esa vida que cambió en cierto modo con la aparición de premios significativos, nos cuesta ver en quien tenemos delante, tan atenta a contestar y a poner en claro sus conceptos, a una joven que con sus conceptos sobre su país hizo montar en cólera a un conocido político neozelandés a propósito de sus declaraciones sobre la situación de la literatura en Nueva Zelanda, las mismas que tuvo en cuenta para destinar parte del dinero del Booker a una beca para jóvenes escritores.

¿Qué es, entonces, lo que más destaca ella de Las Luminarias, libro que sucede en la Nueva Zelanda del siglo XIX, durante la fiebre del oro, con excéntricos personajes y singulares datos astrológicos?

"Me interesa definir qué es el amor y aunque la historia de amor esté tan enterrada, es un caso de dos personas que no se quieren usar una a la otra. Me influenció Martin Buber". Efectivamente, el filósofo Martin Buber hablaba de la relación Yo-Tú, que hace hincapié en la mutua existencia. Un encuentro concreto en que la cosificación está ausente. "Escribí sobre dos personas que se conocen uno al otro -hace un silencio, piensa-. Es muy difícil llegar al alma del otro, requiere de mucho esfuerzo".

PUNTOS DE CONTACTO

Después, en la conversación pública de la que participó en el marco del Filba, Catton siguió con sus definiciones. "La literatura neozelandesa es muy nueva, como la Argentina, tienen puntos de contacto. Una población actual de 4 millones, hace cien años tenía un millón de habitantes. Se necesita tiempo y confianza para construir nuestra literatura. No sabemos qué es una literatura neozelandesa".

Catton habla de su vida lectora como de una liberación, le da una importancia fundamental a la lectura. Tanto que la beca que instituyó intenta que los futuros escritores lean más, porque a veces por necesidades económicas le quitan tiempo a la lectura. Cuando enseñaba Escritura Creativa en la Universidad subrayaba la importancia de saber leer bien, en profundidad. "Ser docente -agrega- es una tarea muy compatible con la de escritora, las preguntas de los alumnos te vuelven a llevar a la base de la escritura".

Ante la pregunta específica sobre la representación, y sabiendo la importancia que la representación asumía en su primer libro, quisimos saber si alguna vez había actuado. "En algún momento yo también actué -respondió-, no era muy buena, el proceso de ser escritora es semejante al de la actuación porque uno al escribir sobre un personaje se convierte en ese personaje. Algunos dicen que los escritores son actores fracasados. Crean personajes y tienen el control sobre ellos".