Mirador político

La realidad y el deseo

La realidad económica es mala y está reflejada en las alarmantes cifras macro que se difunden todos los días: inflación, pobreza, caída de la industria y de las exportaciones, crisis de las economías regionales, de socios económicos importantes como Brasil, pérdida de valor de los commodities, atraso del dólar, razzias en las casa de cambio, etcétera.

 

La realidad económica es mala y está reflejada en las alarmantes cifras macro que se difunden todos los días: inflación, pobreza, caída de la industria y de las exportaciones, crisis de las economías regionales, de socios económicos importantes como Brasil, pérdida de valor de los commodities, atraso del dólar, razzias en las casa de cambio, etcétera.

El deseo, por su parte, consiste en seguir consumiendo sin producir y está reflejado en la campaña electoral "K", plena de un triunfalismo que justifican las encuestas. No hay clima de fin de ciclo económico, sino una euforia impostada por un "modelo" de expansión del gasto, del déficit fiscal y de envilecimiento del peso que podría -según el gobierno y sus adherentes- prolongarse "ad infinitum" sin necesidad de ajuste.

Según esta visión, la economía no se mueve en ciclos, sino en línea recta hacia un paraíso de abundancia que no exige ni inversión, ni trabajo, ni desarrollo tecnológico. Todo lo que hace falta es agitar sonrientes las banderas del Frente para la Victoria e ir a cobrar los planes. Quienes no lo hacen, o bien son imbéciles o bien están a sueldo de los fondos buitre.

La sociedad, en tanto, percibe con parejas desconfianza y resignación tanto la realidad como el deseo. Guiada por la desconfianza, acumula dólares "ahorro" cada vez en mayor cantidad y se desprende de pesos a través del consumo y del turismo.

Empresarios de distintas actividades alertaron que está aumentando fuerte el consumo por cantidad y que el público cambia pesos por bienes de manera creciente ante las noticias sobre la emisión monetaria récord. Innecesario explicar qué sucede cuando aumenta la velocidad de circulación de la moneda.

De esto, sin embargo, no se habla en la campaña. En el caso de los oficialistas como Daniel Scioli o Axel Kicillof es comprensible, pero no tanto en el de los opositores como Mauricio Macri y Sergio Massa.

El mutismo de Macri respecto de su proyecto económico es tan perfecto, que la prensa kirchnerista le inventa todos los días uno, por supuesto, de ajuste. Esos inventos son lógicamente desmentidos, lo que crea una situación tan inédita como bizarra.

Frente a este cuadro la estrategia económica del Gobierno no tiene secretos. Se reduce a aguantar. Como las reservas se estaban esfumando, el ministro Kicillof inventó el cepo y como se seguían esfumando buscó dólares fuera del circuito tradicional. Recurrió a China -lo que explica maravillas como la del enclave entregado a ese país en Neuquén- y obtuvo 11 mil millones de dólares, de los cuales ya usó más de 8 mil millones. El próximo presidente se encontrará con varios pagarés en su escritorio de la Casa Rosada.

En cuanto al futuro, no hay lugar para él ni en la campaña de los políticos, ni en el deseo de los votantes. En ese sentido la penetración de la mentalidad populista ha sido plena. Se aceptan con total naturalidad tasas de inflación superiores al 25% así como que el Gobierno destroce las estadísticas públicas para disimularlas. Más aún, quienes toleran esto con mayor resignación son los sectores de menores ingresos, precisamente los que sufren de peor manera los efectos de la pérdida de valor del peso.

Esa disfuncionalidad social explica la disfuncionalidad de una campaña en la que se habla de cualquier cosa menos de la crisis que se está incubando.