El voto radical

El balotaje del domingo probó que Mauricio Macri debe remontar en su camino a la Presidencia una cuesta de 45ø grados, mientras que la que le tocó a Daniel Scioli es a lo sumo de 10.

El balotaje del domingo probó que Mauricio Macri debe remontar en su camino a la Presidencia una cuesta de 45ø grados, mientras que la que le tocó a Daniel Scioli es a lo sumo de 10.

Esto sucede porque Scioli dispone no sólo de la maquinaria electoral más grande del país y recursos que triplican a los de Macri, sino porque parte de la plataforma del voto consolidado del peronismo supera el 35% del padrón.

Macri, en cambio, debe atraer el voto "independiente", una parte considerable del cual apoyó históricamente al radicalismo. ¿Y cómo reaccionaron esos votantes el domingo? Votando masivamente contra Macri, aliándose con el peronismo y apoyando a un candidato que fue ministro de Cristina Kirchner y que en esa condición redactó la resolución 125 para exprimir fiscalmente a los chacareros. Semejante "impuestazo" provocó un grave conflicto social al que puso fin otro radical, Julio Cobos, hundiendo con un memorable "voto no positivo" el proyecto de su correligionario.

La historia demuestra que el radicalismo no es un partido, ni una identidad política, sino dos. Una en la línea del yrigoyenismo, la intransigencia y el alfonsinismo. La otra, alvearista, unionista y antiperonista.
Desde la derrota de febrero de 1946 un amplio sector de la UCR ha soñado con recuperar el rol electoral que le arrebató el peronismo. Ese sector es populista, estatista e intervencionista en materia económica. Cuando Alfonsín llegó al poder intentó armar un "tercer movimiento histórico" para quedarse con peronistas prófugos, idea que se evaporó en el incendio de la hiperinflación de 1989.

Desde esta perspectiva, el senador Gerardo Morales podría ser incluido en la tradición populista y su colega y correligionario Ernesto Sanz, en la antiperonista. Morales aceptó a regañadientes a Macri porque la candidatura de Sergio Massa a la que había apostado inicialmente se hundió. Sanz optó por Macri e hizo que el partido lo bendijera, pero los votantes radicales no le hacen el menor caso a su dirigencia. De la mano de los kirchneristas casi mandan a pique la candidatura presidencial de Macri.

Por eso Macri hizo bien en no admitir una alianza con los radicales -Fernando de la Rúa pagó caro el haber confiado en el alfonsinismo que se unió a Eduardo Duhalde para desplazarlo del poder-, y también acertó en mantener una prudente distancia del desinflado Sergio Massa. Si quiere mostrarse confiable debe rodearse de dirigentes y funcionarios que reconozcan su liderazgo.

Comete un error, en cambio, al repetir el libreto populista. Para prohijar a los costosísimos ñoquis de Aerolíneas y otras estafas cometidas con el dinero público ya hay peronistas y radicales de sobra. Ese nicho del mercado está saturado. Hasta la izquierda revolucionaria propone lo mismo. Además, su prédica proestatista suena forzada o lo que es peor, poco creíble.

Debería ofrecer en cambio una propuesta electoral no fijada por aquellos a quien pretende reemplazar y de los que dice que la sociedad está cansada. Por ejemplo, la de erradicar el brutal e injustificable 30% de pobreza que la UCR y el PJ supieron conseguir -cada uno en la medida de su responsabilidad- después de tres décadas de hegemonía política. Elaborar una propuesta para sacar de pobres a millones de ciudadanos, no sólo a su secretario, a sus funcionarios o a sus amigos.