Mirador político

Cuentos peronistas

Apenas obtenida su segunda reelección, el gobernador salteño dijo algo que no se animan a decir públicamente aún muchos dirigentes de su partido: el ciclo kirchnerista se acaba inevitablemente el 10 de diciembre.

Apenas obtenida su segunda reelección, el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey dijo algo que no se animan a decir públicamente aún muchos dirigentes de su partido: el ciclo kirchnerista se acaba inevitablemente el 10 de diciembre.

Lo hizo en forma indirecta asegurando que "no hay espacio para alguien al Gobierno y otro al poder", teoría inviable que se empeñan en difundir los kirchneristas y muchos antikirchneristas asustados por la mano férrea con que sigue ejerciendo el poder la presidenta Cristina Fernández.

Urtubey calificó de "famoso cuento" el de que alguien puede ir al Gobierno y otro al poder. También ratificó con una franqueza brutal que "la realidad práctica es que el que tiene la lapicera conduce".

La idea de que un líder carismático puede teledirigir a otro desde el llano es un cuento peronista que no resiste la más superficial comprobación histórica. Como tantos otros ejemplos de la fraseología política nativa se repite por pereza mental o mala intención.

Cuando Perón estaba en el exilio madrileño los dirigentes que querían quedarse con su movimiento eran muchos, en especial, los sindicalistas. Por entonces contaban otro cuento que habían titulado "peronismo sin Perón". Algunos murieron de intoxicación con plomo a causa de esa fantasía.

Finalmente Perón encontró un dirigente al que creyó que podía convertir en un títere -Héctor Cámpora-, pero tuvo que volver a la Argentina y echarlo porque él también, rodeado de montoneros, amenazaba con quedarse con el gobierno, el peronismo y el país. Ponerle el cuerpo a la tarea de gobernar le costó la vida a Perón, pero Cámpora murió en el exilio y los montoneros fueron aniquilados.

Los kirchneristas, por su parte, deberían recordar que después de que Eduardo Duhalde los invistió con el poder, las otras facciones peronistas decían que Néstor sería su "chirolita". Instalado en la Presidencia, tardó muy poco en demostrar lo contrario, borrar a Duhalde y quedarse con el peronismo bonaerense, intendentes del conurbano incluido.

Esto último ocurrió porque como también dice con absoluta coherencia Urtubey, el bastón de mando del peronista moderno es la lapicera con la que firma los cheques. Vaciados ideológicamente y sin otro programa que el clientelismo de los sectores empobrecidos, el poder de los dirigentes del PJ es "territorial".

Vale decir, depende de los recursos que les gire el Poder Ejecutivo Nacional para controlar sus distritos. Porque el Gobierno nacional es el que se queda con la parte del león de los recursos fiscales.

Otra afirmación interesante del gobernador salteño es que cree que Mauricio Macri mide bien en su provincia y puede llegar a la Presidencia. Cree que los gobernadores del norte deben negociar en bloque con el próximo presidente y por lo visto no descarta hacerlo con el líder del PRO.

Esta situación replantea la de 1999, cuando los peronistas negociaron con Fernando de la Rúa como si fuera del mismo espacio político. El mayoritario bloque de senadores nacionales se reunió por primera vez en la Casa Rosada bajo la mirada de De la Rúa. Esa experiencia terminó mal, pero no por culpa de los pragmáticos peronistas, sino de De la Rúa y de los radicales que dinamitaron su propio gobierno. Y eso no es cuento.