Siete días de política

Macri se afianza, CFK manda en el peronismo y Massa se diluye

El acuerdo con la UCR dio un fuerte envión al jefe de gobierno porteño. El peronismo acepta candidatos impuestos por Cristina. El líder del Frente Renovador pierde apoyos y financiamiento.

La convención radical de Gualeguaychú resultó un trampolín para las aspiraciones presidenciales de Mauricio Macri. Ernesto Sanz y los ex líderes de la Coordinadora (Nosiglia, Storani, Suárez Lastra) pusieron la estructura de la UCR a su disposición y las encuestas comienzan a darle cada vez mejor. Hoy las encabeza, mientras Daniel Scioli sigue rodeado de incertidumbre y Sergio Massa padece un aislamiento incipiente.

Si la tendencia actual se mantiene entrará casi con seguridad al balotaje, aunque no puede descartarse algún tropiezo. El es su propio enemigo como quedó demostrado con las imprudentes declaraciones sobre el levantamiento del cepo cambiario el 11 de diciembre. No tenía necesidad de hacer una promesa con esa precisión, se cortó solo, dejó desubicados a varios economistas afines (por ejemplo, Carlos Melconian, que tuvo que hacer piruetas para no refutarlo) y demostró que no debe salirse del guión que le escriben los asesores.

Las ventajas de esta última conducta quedaron demostradas con creces en la comida que organizó en la Rural con 2.600 concurrentes a razón de 50 mil pesos por cabeza. La capacidad de convocatoria fue impresionante, la organización perfecta y su presentación, impecable. Un discurso corto, que atrapó la atención de los asistentes, con un mensaje de esperanza y un "acting" calculado al milímetro. Cuando hace declaraciones espontáneas como la del cepo ocurre exactamente lo contrario.

Otro obstáculo en su camino es el acuerdo con los radicales. Debe evitar el ninguneo y llegar a las PASO con listas comunes de legisladores. Esto exige una flexibilidad negociadora que no se le conoce. Más aún, que demostró que no tiene en el caso de Gabriela Michetti con la que no pudo sellar un acuerdo. Ahora debe enfrentarla en la compleja interna porteña. Un riesgo también gratuito.

Otra parte del escenario electoral que se está despejando es el correspondiente al kirchnerismo. Ya es un secreto a voces que la presidenta Cristina Fernández no quiere que gane un candidato peronista y pretende armar las listas con tropa propia para sobrevivir como líder opositora.

Dos ejemplos. El primero es el de Julián Domínguez a quien impuso como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. A los intendentes del PJ les parece muy poco competitivo, tiene como único rasgo reconocible su absoluta sumisión a las órdenes de la presidenta y un alto grado de rechazo en el interior de la provincia. Fue ministro de Agricultura del gobierno que más atacó a los productores rurales desde el primero de Perón en 1946.

El segundo ejemplo de los planes cristinistas es el de Río Negro, donde el senador Miguel Pichetto terminó enfrentado con el intendente de General Roca, Martín Soria. La causa de la querella es que el primero cedió la lista de legisladores a la Casa Rosada tras padecer presiones de la Cámpora y Kolina. Soria usó esa defección para dejarlo solo.

La estrategia de evitar que gane un peronista y, al mismo tiempo, conseguir que ingresen en el Congreso la mayor cantidad de "cristinistas" posibles tiene lógica para Cristina, pero no para los peronistas, porque la consagración de un liderazgo débil con un altísimo porcentaje de opiniones negativas los alejará del poder. Es lo que le pasó a Carlos Menem en 2003: no superar el 24%. De allí que gobernadores e intendentes del PJ se resistan.

Desde esa perspectiva no hay que descartar renuncias a candidaturas. Si Daniel Scioli llega al cierre de listas para las PASO con encuestas que le dicen que pierde en la segunda vuelta, podría retirarse.
El panorama se completa con el impacto negativo que tuvo sobre Sergio Massa la convención radical subordinada a los planes de Macri.

El ex intendente de Tigre tiene dos problemas principales: se está quedando corto de financiamiento y soporta una fuga de dirigentes. La escasez de fondos lo llevó a depender de Francisco De Narváez más de lo que algunos intendentes del conurbano y punteros de peso toleran.

La fuga de dirigentes es hacia el peronismo y hacia el macrismo (ver Visto y Oido). La primera reacción ha sido de enojo. Felipe Solá comparó con ratas que huyen a los desertores. Pero la solución no depende de la ira sino del realismo para armar una nueva estrategia. Las PASO funcionarán como una primera vuelta y si entra tercero, Massa habrá perdido toda chance de competir por alguna posición de poder.