Siete días de política

Caso Nisman: el Gobierno sigue enredado en el hilo de Ariadna

Sin información, la Presidenta cometió una sorprendente sucesión de errores. No consiguió desviar las sospechas que pesan sobre el Gobierno, porque no tiene credibilidad. El impacto sobre el PJ.

Después de la semana de las cartas en Facebook, vino la semana de las cadenas nacionales, pero el cambio no mejoró la situación de la presidenta Cristina Fernández. Por el contrario, resaltó su desorientación y la falta de información confiable para salir del laberinto en que se halla desde la muerte del fiscal.

En su primera cadena nacional había citado el mito de Ariadna y del hilo con el que ayudó a Teseo a salir del laberinto, pero con el correr de los días se fue enredando en su propio "relato" y terminó siendo desmentida con una facilidad alarmante. Se enojó cuando le pidieron prudencia en sus declaraciones, pero nadie le exigió que se calle; sólo que no tire hipótesis al voleo, porque esa conducta no es compatible con la investidura presidencial.

La seguidilla de errores fue insólita. Dijo que Nisman había vuelto anticipadamente de sus vacaciones para imputarla por orden de terceros, pero la fiscal Fein destruyó esa afirmación con sólo chequear las reservas hechas en Iberia. Los inefables Capitanich y Aníbal Fernández intentaron justificarla pero sólo consiguieron poner más en evidencia su despiste.

Con Diego Lagomarsino pasó algo peor. Lo acusó de tramitar el pasaporte el día de la presentación de la denuncia de Nisman, pero lo había hecho en diciembre. Esa es información en poder del Estado, ¿nadie chequea lo que la Presidenta dice en público? Más incomprensible aún, sus declaraciones y las de su secretario de Seguridad, Sergio Berni, difirieron acerca de cómo había sido informada de la muerte de Nisman.

En síntesis, atacó a Nisman para desacreditarlo y arrojó sospechas sobre Lagomarsino, pero fracasó en ambos casos por sus propios errores y porque carece de credibilidad. Quiso cambiar la agenda mediática y retomar la iniciativa sin resultado. La muerte de Nisman -que el viernes la fiscal volvió a perfilar como suicidio-, ya pende sobre la cabeza del Gobierno de manera independiente a lo que diga la Justicia.

Una encuesta reciente encargada por la Casa Rosada muestra el durísimo impacto que el hecho le produjo. Más del 70% cree que a Nisman lo mataron o que fue inducido a suicidarse, y casi el 50% opina que el Gobierno es responsable de la muerte.

El 77,8% conoce las acusaciones del fiscal contra la Presidenta y un 64,4% las cree ciertas. Casi el 77% cree que el Gobierno no está haciendo todo lo posible para esclarecer el caso y el 61,4% que las Presidenta actúa inadecuadamente.

En medio de este terremoto, lo único a lo que la Presidenta atinó para desviar la atención pública fue a mandar al Senado una ley de reforma de los servicios de Inteligencia y el pliego del reemplazante en la Corte Suprema de Raúl Zaffaroni. Un kirchnerista de 33 años: Roberto Carlés. La ley no cambiará nada, pero la propuesta de Carlés amenaza con otro escándalo, ya que milita en el Senado como director de Servicios Generales.

El desastre provocado por las acusaciones de Nisman y por su muerte no podía resultar electoralmente inocuo. La Presidenta perdió 11 puntos de imagen positiva; Berni, 20; y hasta Scioli, el inhundible, bajó. A los opositores Macri y Massa el episodio no les afectó.

El cimbronazo preocupó al peronismo que desearía tomar distancia, pero no puede. Los gobernadores concurrieron el viernes a Balcarce 50 por la refinanciación de sus deudas y quedaron "pegados" con los ultrakirchneristas que no tienen nada que perder, como la señora de Carlotto, Forster o Abal Medina.

Hay provincias en las que la intención de voto del peronismo y de la oposición muestran una diferencia muy estrecha -Jujuy, Catamarca, Salta- y para las que el escándalo representa un mazazo. No hay, sin embargo, para los jefes territoriales chance real de alejarse: la refinanciación de sus deudas es trimestral.
A esto se debe sumar el deterioro de la economía.

El kirchnerismo insiste en que aumentó el turismo en la Costa Atlántica, pero en 2014 se produjo la primera caída anual del consumo (- 1,4%) desde 2002, consecuencia directa del desborde de la inflación que redujo el poder adquisitivo de los salarios.

La inflación que alentaba el consumo y beneficiaba al fisco ahora estimula el círculo vicioso de la puja sectorial. El final del ciclo político coincide, una vez más, con el del ciclo económico.