El impacto político de la muerte del fiscal federal Alberto Nisman

Será clave la reacción social

En un país arrasado institucionalmente, que vive desde hace más de una década en estado de emergencia, con la Justicia asediada y el Congreso reducido a una "escribanía", el único factor capaz de producir un cambio de fondo es la sociedad.

Cualquier análisis del impacto político de la muerte de Alberto Nisman debe partir necesariamente de una premisa: la eventual responsabilidad del Gobierno en el hecho. Aunque la fiscal Fein diagnosticó suicidio, ya había un estado de sospecha en el grueso de la sociedad difícil de modificar. Basado, por otra parte, en circunstancias obvias: que Nisman acusó penalmente a la presidenta Cristina Fernández de un delito grave, que los funcionarios del Gobierno lo atacaron ferozmente, que estaba a punto de revelar ante legisladores de la oposición las pruebas de las que disponía, que los diputados "K" habían prometido ir "con los tapones de punta" a su presentación en el Congreso. De tanto desacierto es imposible salir indemne.

Lo prueba el silencio de plomo del peronismo. Salieron a agitar la hipótesis del suicidio los hombres más ligados a la Presidenta, pero el resto desapareció de escena. La pregunta obligada, entonces, es hasta dónde están dispuestos los jefes territoriales del PJ a acompañar al Gobierno. Los peronistas han dado muestra acabada de que siguen a sus líderes "hasta la puerta del cementerio", pero que no se meten en la fosa con ellos. Habrá que ver cómo obran bajo las actuales circunstancias en un año electoral y con un Gobierno al que le queda menos de un año de vida.

El impacto electoral también promete ser fuerte. Amenaza con golpear a Daniel Scioli, que había conseguido gracias a un esfuerzo descomunal ponerse a la cabeza de las encuestas. También puede afectar a Sergio Massa. El único que eventualmente podría salir fortalecido es Mauricio Macri.

La Presidenta no quedó ante este escenario de desastre fortuitamente. Decapitó los servicios de Inteligencia en medio de un proceso electoral, cuando está en plena retirada y por lo tanto cada día más débil. Puso a operar un problema delicado a un D"Elía y un Esteche. Anunció a través de Gils Carbó el desplazamiento de Nisman, lo que aceleró la denuncia en su contra y la remató anoche con una carta de impronta conspirativa en la que imputó al fiscal de títere de fuerzas más o menos ocultas. Uno de sus integrantes sería Magnetto. Esta vez los fondos buitre zafaron milagrosamente.

Todas esas son, sin embargo, consideraciones marginales. En un país arrasado institucionalmente, que vive desde hace más de una década en estado de emergencia, con la Justicia asediada y el Congreso reducido a una "escribanía", el único factor capaz de producir un cambio de fondo es la sociedad. Una sociedad con una tolerancia probadamente alta a la corrupción, a la impunidad y al manejo discrecional del poder, pero que puede retroceder ante el deterioro cada vez más evidente del Estado de derecho y de la convivencia civilizada.