Mirador político

La ilusión "K"

La tendencia alucinatoria del kirchnerismo tiene dos expresiones. Una, la mentira sistemática. Por ejemplo, el Indec. La otra es la ilusión provocada por las pasiones que actúan sobre la imaginación política de quienes creen que el kirchnerismo es poco menos que revolucionario

Es probable que en un futuro no lejano los estudiosos en busca de una explicación para la lluvia de mentiras, disparates y delirios de la política durante la era "K" formulen una hipótesis extrapolítica: por más de una década el grueso de la sociedad argentina sufrió alguna forma de alucinación colectiva que le hizo perder el sentido de la proporción y de la realidad.

Un ejemplo entre muchos puede ilustrar la situación. No se trata de altos funcionarios asegurando con un descaro sin precedentes que la Presidenta está más allá de la Justicia, sino algo más trivial, pero no menos elocuente: un periodista "K", Horacio Verbitsky, ordenó borrar de los archivos de un diario "K" artículos en los que acusaba al Papa de haber colaborado con la represión ilegal. Como la Presidenta se hizo bergoglista a los 10 minutos de que Jorge Bergoglio fuera designado Papa, la poda se efectuó para no dejar huellas de un reacomodamiento general en el tema tan violento como indecoroso.

Lo llamativo no es sin embargo el cambio de opinión, sino el hecho de suprimir un archivo, creyendo que se puede cambiar lo ocurrido o que lo publicado por el diario oficialista tendrá algún peso sobre el curso futuro de la vida pública. Por un diario sólo leído por simpatizantes del Gobierno que dicen amén a cualquier cosa que se le ocurra a la Presidenta sin necesidad de justificación alguna.

Ya se había asistido a la iniciativa de falsear groseramente los datos del Indec para proyectar un mundo de fantasía en el que la inflación, la pobreza y el desempleo son menores a los del mundo real. Pero la supresión de documentos es un paso aún más largo en dirección del absurdo; es un dislate contaminado de megalomanía.

Shi Huang Ti fue un emperador chino. Se lo recuerda porque mandó a construir la Gran Muralla. Menos conocido, en cambio, es que ordenó incendiar todos los libros anteriores a él. Lo primero lo hizo para defenderse de los invasores, lo segundo para defenderse de la oposición que usaba los libros para alabar a los antiguos emperadores. Quiso que la historia empezara con él. Sobre este caso Borges dice: "Quemar libros y erigir fortificaciones es tarea común de príncipes".

Entiéndase bien: "de príncipes", no de periodistas, ni de operadores de prensa. La idea de que borrar archivos periodísticos puede mejorar la situación de un gobierno equivale a creer que las futuras generaciones los van a usar como una guía; sinsentido en el que sólo se puede creer en caso de narcisismo agudo o de haber perdido por completo el sentido de la proporción.

La tendencia alucinatoria del kirchnerismo tiene dos expresiones. Una, la mentira sistemática. Por ejemplo, el Indec. La otra es la ilusión provocada por las pasiones que actúan sobre la imaginación política de quienes creen que el kirchnerismo es poco menos que revolucionario. La política tiene un componente irracional que no debe ser subestimado.

En el caso de los kirchneristas de buena fe, su adhesión al Gobierno tiene de religioso mucho más de lo que ellos suponen. Esa adhesión sobrevive y sobrevivirá a las desmentidas de la historia, precisamente porque no es racional. Así, la tarea de borrar archivos no sólo es absurda, sino también superflua. Propia de cuentistas que ya no distinguen entre sus invenciones y la realidad.