El corresponsal de guerra Nicolás Kasanzew no le molesta en absoluto que lo sigan identificando con Malvinas

"A 32 años sigue la desmalvinización"

De regreso a Buenos Aires habló de las grandezas y miserias de la guerra y de que manera le cambió la vida.

De chico quiso ser soldado, lo lleva en la sangre, sus abuelos rusos combatieron en el ejército pro zarista contra los rojos tras la revolución de 1917. Mirando el folleto para ingresar a la Escuela Naval Militar -recuerda hoy con sus 65 joviales años- fantaseaba con recuperar las Malvinas "porque era la última y única aventura romántica que podía imaginar un argentino".

Sin embargo, no pudo vestir el uniforme militar porque la ley se lo impidió: había nacido en Salzburgo, Austria, consecuencia del exilio de sus abuelos por Europa. Pero el destino le tendría reservada una revancha: fue el único cronista que cubrió hasta el último día la Guerra de las Malvinas.

Nicolás Kasanzew está de nuevo en Buenos Aires, esta vez espera que sea la definitiva. Pese a los años transcurridos, no olvida que tras el conflicto con Gran Bretaña en 1982, por haber sido la cara de Malvinas, fue difamado por los militares, prohibido por Alfonsín y debió irse del país para iniciar en los Estados Unidos una exitosa carrera que lo llevó a la CNN, entre otros prestigiosos medios.

Sin embargo, no le molesta en absoluto que lo sigan identificando con Malvinas. "Fui el único que puse la cara como civil en la guerra. Para mi es demasiado honor. La verdadera cara de Malvinas son los pilotos que atacaron a la flota, los comandos, el soldado conscripto Poltronieri o Ledesma", advierte.

- ¿Cómo fue el tema de la difamación?
- Eso vino por el lado de inteligencia del Ejército. Cuando volví de la guerra me enteré que el 90% del material para ATC que había enviado desde las islas nunca fue al aire. Entonces comencé a escribir un libro ("Malvinas a sangre y fuego"), algo que al Ejército le preocupó porque yo no era de los servicios y no sabían que iba a contar. Entonces una manera de desactivarme anticipadamente fue desacreditarme como testigo.

- Concretamente se lo acusó de vender cigarrillos a los soldados.
Una cosa absurda que tuvo resonancia mundial. El soldado que me denunció era del Regimiento Nº 5 que siempre estuvo en la Gran Malvina, un lugar donde nunca me permitieron ir. O sea no nos cruzamos nunca. Pero la denuncia fue muy inteligente porque yo no le podía hacer juicio a los que me calumniaban porque vender cigarrillos no es un delito. No me acusaban de un delito sino que me ensuciaban y destrozaban mi personalidad. Además lo absurdo era que yo ganaba un equivalente a 10 mil dólares por mes y tenía sobre mí las miradas de todo el país y del exterior. ¿Y me iba a arriesgar por unos centavitos que le podía sacar a los soldados?. Muchas veces de mi bolsillo yo les compraba cosas a los soldados en las tiendas kelpers porque ellos no podían ingresar.

- También se lo inculpó de ser parte del triunfalismo oficialista.
- No existe una sola crónica televisiva que yo haga referencia a eso. Con respecto a mis colaboraciones para la revista "7 Días" cuando volví al continente me enteré que le habían antepuesto introducciones triunfalistas con mi firma. Me quejé al director y este me respondió: "si no los dejaba hacer eso no me dejaban sacar la nota". Afortunadamente tengo los manuscritos y los telex que yo mandaba para demostrarlo.


- ¿Existió realmente la prohibición durante el gobierno de Alfonsín?.
- Si. El entonces secretario de Cultura Gorostiza y su vice Aguinis me llamaron y en la cara me dijeron: Usted no tiene derecho a trabajar porque es la cara de Malvinas. Años más tarde me enteré que el mismo Alfonsín había dado la orden.

REIVINDICACION
Estas ingratitudes, de alguna manera, fueron subsanadas en 1995 durante el gobierno de Menem. Kasanzew fue condecorado por el Ejército con la Orden de los Servicios Distinguidos. Fue reconocido con una pensión y también volvió a trabajar en ATC. En 1999 debió regresar a los Estados Unidos y a partir de ahí realizó viajes esporádicos a la Argentina. Hoy, de nuevo en Buenos Aires, hace tan solo tres meses, asegura que después de 32 años sigue la desmalvinización en nuestro país."Es un forma de censura. Hoy sigue la prohibición de hablar de los héroes. Los militares trataron de tapar las miserias de la guerra. La democracia se encargó de ocultar las grandezas. Hoy se sigue haciendo hincapié en las miserias de la guerra como la falta de comida o el frío, pero no en las grandezas que están reconocidas por los mismos ingleses y por el mundo entero. Es increíble que nosotros siendo tan exitistas como somos, que nos jactamos de absolutamente todo, no lo hagamos con las grandezas que tuvo la guerra de Malvinas que sería absolutamente legítimo".

- ¿A qué grandezas se refiere?
- El sacrificio por el prójimo, el amor por el soldado que está al lado. El piloto Miguel Angel Giménez, por ejemplo, se ofreció a ir a una misión por ser soltero y no regresó. Gestos de amor al prójimo, que según el Evangelio el amor más grande que hay es el que está dispuesto a dar la vida por sus amigos. La valentía y el coraje inenarrables de los que combatieron. Todo eso hubo en Malvinas. Los mismos militares ingleses aseguran que estuvieron al pie de una derrota. El propio ex secretario de Marina de Estados Unidos, John F. Lehman aseguró que "si nosotros no le hubiéramos dado los misiles sidewinder aire-aire, con los cuales fueron abatidos la mayoría de los aviones argentinos Inglaterra perdía la guerra".
Tampoco ahorra críticas a la hora de hablar de la conducción militar de la guerra. "Nuestros almirante y generales -explica- nunca pensaron en ir a la guerra. No hubo conducción de la jerarquía. Nuestros generales de escritorio nunca se jugaron en serio. Hubo falta de profesionalismo y amor a la patria. Cuando a mi me confirmaron que iba a las islas estaba casado y tenía tres hijos y lo único que pensé era que no me lo iba a perder por nada del mundo.

RECUERDOS DE LA GUERRA
- ¿Qué recuerdos tiene de la guerra?
La acción en el aeropuerto que era bombardeado tres cuatro veces por día. Durante el regreso, por la noche, de las trincheras hacia la hostería donde vivía había que volver cantando tangos a voz de cuello porque en cualquier momento te sacudía un balazo propio. Uno de los momentos más trágicos que viví fue cuando el 30 de abril estábamos en el aeropuerto jugando un picadito con los soldados con una pelota que tenía los colores de boca. Al día siguiente, el 1º de mayo, se produjo el primer ataque, voy al aeropuerto y veo a este soldado tendido muerto con la pelota de boca al lado. Fue el primer sacudón.

- ¿Lo más peligroso?
Sin lugar a dudas fue el último vuelo de las islas al continente. El 13 de junio nos enteramos que Menéndez se iba a rendir el día siguiente. Inesperadamente llega un avión Hércules trayendo un cañón. El piloto cuando lo descarga dice que no entregará la nave y que se vuelve al continente. Entonces decidimos subirnos al avión para no perder los equipos y no rendirnos. Era un momento álgido porque las bengalas inglesas iluminaban el aeropuerto, había artillería inglesa tratando de pegarle a la pista y aviones ingleses sobrevolando. Primero nos subimos como cien hombres pero hubo una alerta roja y nos lanzamos todos afuera. El segundo intento subimos sesenta. Cuando despegó la nave en vez de subir bajó hacia el mar. Volamos a ras del agua y yo ví como los limpiaparabrisas limpiaban la espuma del mar. Fueron dos horas a oscuras con una tensión extraordinaria esperando el misil. Mi camarógrafo se desmayó y años más tarde se enteró que había sufrido un microinfarto en ese momento. Cuando prendieron las luces había vómitos por el suelo y ví un suboficial de Fuerza Aérea con una 9mm en la mano. Me contó, aún con el arma en la mano, que su intención era que si nos daban se mataba antes que ahogarse. Según la gente de Malvinas nos tiraron misiles que obviamente no dieron en el blanco. Yo me recé los padrenuestros que entran en dos horas.


- Usted fue corresponsal de guerra también en Nicaragua durante la caída de Somoza en 1979, en la guerra del Salvador, en el conflicto Irán-Irák y hasta cubrió la caída del comunismo. Sin embargo ¿Malvinas le cambió la vida?
- Si, obviamente. Hay un antes y después de Malvinas en lo humano y en lo profesional. Me enriqueció muchísimo la experiencia extrema de estar con los soldados en una guerra justa por una causa noble. Fue un honor que compensa cualquier tipo de sinsabor posterior.

- ¿Entonces porque nunca volvió a las islas?
- Respeto a los familiares de los caídos que van a llorar sobre sus tumbas. Respeto a los soldados que van para cerrar un ciclo. Yo no siento la necesidad de volver por volver y que me sellen el pasaporte sería reconocer la soberanía inglesa. Me gustaría volver, aunque suene a bravuconada, en una barcaza de desembarco.