Mirador político

Democracia clase "b"

El "populismo" no es sólo un régimen que provoca desastres económicos; genera también inequidad y termina por afectar las libertades individuales. Es una democracia para minusválidos disfrazada de revolucionaria.

 

En ocasión de su muerte, los medios definieron a Ernesto Laclau como guía intelectual del kirchnerismo. La experiencia histórica parece, sin embargo, indicar otra cosa: que el kirchnerismo encontró en sus afirmaciones una coartada teórica para su conflictivo ejercicio del poder.

Néstor Kirchner nunca pareció un gobernante que dedicase su tiempo libre a elucubraciones filosóficas. Ejerció el poder en su provincia natal con mano dura, al más fiel estilo caciquista, y cuando por una carambola de la historia llegó a la Presidencia de la República, trasladó su experiencia de pago chico al plano nacional con por lo menos dos consecuencias: destruyó lo poco que quedaba de la República y tuvo un éxito electoral arrollador.

No es este el lugar para resumir las opiniones de Laclau; baste señalar que, proveniente de la izquierda derrotada por el capitalismo, dirigió sus empeños a justificar los regímenes populistas latinoamericanos. Era antiliberal y como las democracias liberales con división de poderes funcionaban aceptablemente en Europa, decretó que no podían hacerlo en territorios más atrasados como América latina. Acertó en el caso de Venezuela y Argentina, pero en otros -Uruguay, Chile- su hipótesis no funcionó.

La democracia de clase "b" que Laclau admitió para los países de esta parte del mundo consistía de un solo componente: un líder "carismático" y populista de poder ilimitado, sin control del Congreso ni de la Justicia y reelegible indefinidamente. Un dictador electivo demasiado parecido a los de las novelas de García Márquez para ser tomado en serio como idea política.

En ese esquema el líder es votado por el pueblo y gobierna para el pueblo, pero sin el pueblo. En el siglo XVIII lo llamaban despotismo ilustrado. En el XIX, bonapartismo. Hoy lo llaman democracia delegativa. El resultado a la larga siempre es el mismo: corrupción, miseria e inestabilidad. El desastre de Venezuela es una prueba al alcance de la mano de este "modelo".

No resulta sencillo entender cómo semejante propuesta reaccionaria puede pasar por "progresista". La democracia puede servir -entre otras- para dos cosas: elegir líderes o tomar decisiones en forma colectiva. Laclau y los Kirchner (Perón, Chávez, etcétera, etcétera, etcétera) optaron por la primera, una democracia subrogada que es una forma apenas velada de autoritarismo.

En este marco se entiende por qué una propuesta como la del diputado Sergio Massa de someter a consulta popular la reforma penal provocó un rechazo feroz. Sería interesante proponer otra consulta: qué gastos políticos recortar para eliminar el impuesto a las Ganancias para trabajadores en relación de dependencia. En la lista sometida a la voluntad popular podrían incluirse los gastos reservados de todas las dependencias públicas (incluida la ex SIDE), el déficit de AA y la mitad del presupuesto del Congreso (con la mitad de sus gastos actuales puede funcionar perfectamente).

En suma, el "populismo" no es sólo un régimen que provoca desastres económicos; genera también inequidad y termina por afectar las libertades individuales. Es una democracia para minusválidos disfrazada de revolucionaria.