Crítica: "La grande bellezza", es un homenaje al mejor cine italiano, el de Fellini, De Sica, Scola y Antonioni
Roma, una ciudad siempre abierta
Cine en estado puro, con un ajustado ritmo narrativo, con el sabor del pasado que aparece a través del equilibrio de la arquitectura, de los monumentos y la banalidad del presente, son ilustradas por Paolo Sorrentino con una agudeza inteligente que se goza y se agradece.
"La grande belleza" (La grande bellezza). Coproducida entre Italia y Francia (2013). Dirección: Paolo Sorrentino. Guión: Paolo Sorrentino y Umberto Contarello. Fotografía: Luca Bigazzi. Música: Lele Marchitelli. Actores: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Carlo Bucciroso y Pamela Villoresi. Presenta: Zeta Films. Duración: 142 minutos. Calificación: Para mayores de 16 años.
La primera escena de este filme remite a "La dolce vita", de Fellini, con la famosa fuente de Trevi, en la que en este caso, un hombre lava sus brazos, mientras un grupo de turistas japoneses toma fotos y uno de ellos se desmaya obnubilado ante tanta belleza.
Es que la película del napolitano Paolo Sorrentino intenta indagar sobre la hermosura del pasado y del presente, sobre las pseudo-vanguardias y el arte que permanece a través del tiempo, como el Coliseo romano, que el protagonista, Gep Gambardella puede observar desde la terraza de su piso.
Gep Gambardella es el guía de esta tournée por una Roma nocturna y diurna, en la que no se ven pobres como en el cine del neorrealismo, los personajes que aparecen, pertenecen a una clase alta, algunos aburridos de no saber qué hacer con sus vidas, otros inmersos en la elaboración de un arte inútil, pero que les permite sumar pesos a su fortuna. Como los padres de esa niña, que le hacen pintar a su hija gigantescos cuadros, a la vista del público, para que haga catarsis practicando un "action-painting" que le permite descargar su rebeldía.
UN INCLASIFICABLE
"La grande bellezza" es un filme tan sugestivo y encantador, como inclasificable, porque a través de su protagonista Gep Gambardella -un periodista de una revista de arte, que llegó a los veintiséis años a Roma y que en la película tiene sesenta y cinco-, el espectador puede seguir las peripecias de un grupo de personas, que a su manera viven esa ciudad, como si estuvieran atrapados por la fascinación de un pasado, que les permite aferrarse a viejos recuerdos, lo que de algún modo los protege y les hace sentir que en una época otro mundo fue posible.
Fiestas nocturnas, reuniones de amigos, noches de amor y sexo son parte de este filme en el que su director ilustra la necesidad que tiene hoy la gente de aturdirse un poco para olvidar. Por eso la realidad de las escenas de baile, casi orgiástico, en las que todo está permitido.
MERECIDOS TRIBUTOS
Paolo Sorrentino hace su propio homenaje a los grandes del cine de su país, hay escenas que recuerdan no solo a Fellini y su "8 y medio", también a De Sica, a Antonioni y a Visconti. Una exquisita secuencia despierta nuevos recuerdos, es aquella en la que Gep, mientras deambula por la Roma nocturna, se cruza con Fanny Ardant, como una presencia fantasmal y la saluda y ella le responde. Esta situación de algún modo trae la imagen, de Anna Magnani cuando en "Roma" de Fellini, el director la enfoca ingresando a su casa en Roma y ella lo saluda con un "Ciao, Federico".
Una ironía hacia la Iglesia aparece al final, con el personaje de esa monja que recuerda físicamente la Madre Teresa de Calcuta.
Cine en estado puro, con un ajustado ritmo narrativo, con el sabor del pasado que aparece a través del equilibrio de la arquitectura, de los monumentos y la banalidad del presente, son ilustradas por Paolo Sorrentino con una agudeza inteligente que se goza y se agradece.
Calificación: Muy buena