LA MIRADA GLOBAL
Maquiavelo para todos
Hace quinientos años, el escritor florentino terminaba la redacción de El príncipe, uno de los libros más influyentes en la historia del pensamiento occidental. Hoy diríamos que la obra es el manual por excelencia del político ambicioso y pragmático.
Hace quinientos años exactos, en 1513, el florentino Nicolás Maquiavelo terminaba la redacción de El príncipe, uno de los libros más influyentes en la historia del pensamiento occidental y, acaso, el fundador de la ciencia política moderna.
Reprobado con justa razón por la Iglesia, comentado por Bacon, Rousseau, Macaulay y Vico entre muchos otros, leído con fervor por Cromwell y Napoleón (todavía circulan ediciones anotadas por el emperador caído en desgracia), elogiado por liberales y reinterpretado por marxistas como Gramsci, El príncipe cimentó la fama de su autor y convirtió a su apellido en una pareja de adjetivos-sustantivos que se entienden en todos los idiomas de Occidente: maquiavélico, maquiavelismo.
Su tema es el poder: cómo conquistarlo y cómo retenerlo, de qué medios valerse, qué importancia conceder a los principios y a la "fortuna". Un cinismo escandaloso para su época impregna los consejos que Maquiavelo dirige a los príncipes de la Italia del siglo XVI y de todos los siglos posteriores. En sus máximas la moral cristiana cede terreno a la eficacia más cruda. Hoy diríamos que El príncipe es el manual por excelencia del político ambicioso y pragmático.
Puede afirmarse entonces que la obra que Maquiavelo escribió hace quinientos años para Lorenzo de Médicis no ha perdido ni perderá vigencia. Repasar algunos de sus párrafos salientes en la traducción de Roberto Raschella (Losada, 2008) tal vez permita comprobar hasta qué punto los políticos argentinos recientes también lo han tenido como libro de cabecera. La década kirchnerista sin dudas le debe mucho. En las líneas que siguen se incluyen ejemplos ilustrativos.
* La quintaesencia del método K. "(...) a los hombres hay que tratarlos bien o aplastarlos, porque ellos se vengan de las pequeñas ofensas, pero de las grandes no pueden vengarse. Por lo tanto, la ofensa que se les haga debe ser tan grande que no permita ninguna venganza". Y su continuación: "(...) al conquistar un estado, el que lo ocupa debe pensar en todas las ofensas que necesita hacer, y hacerlas todas de golpe, para no tener que renovarlas cada día".
* Maquiavelo anticipa el concepto de "elección del enemigo". "Así, muchos consideran que un príncipe sabio debe procurarse con astucia alguna enemistad cuando se le presente la oportunidad para que, después de reprimirla, por ello mismo se acreciente su grandeza".
* ¿Es mejor ser amado que temido, o viceversa? Maquiavelo explica que como es difícil combinar ambas cosas, "es mucho más seguro ser temido que amado cuando una de las dos cualidades falta". Los hombres, agrega, "vacilan menos en cometer ofensa al que se hace amar que al que se hace temer".
* La famosa construcción de poder. "Debe comprenderse bien que un príncipe, y especialmente un príncipe nuevo, no puede observar todas aquellas cosas por las cuales los hombres son considerados buenos, porque a menudo, para mantener el estado, se ve obligado a actuar contra la fe, la humanidad, la caridad, la religión. Por eso necesita poseer un estado de ánimo dispuesto a moverse según los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas y, como ya dije antes, no alejarse del bien mientras pueda y, en cambio, saber introducirse en el mal si estuviera necesitado de hacerlo".
* Una máxima universal del pragmatismo político. "Un señor prudente...no puede ni debe guardar fidelidad a sus palabras cuando tal fidelidad se vuelve contra sus intereses".
* Por último, el consejo que casi todos los políticos desoyen. El príncipe, advierte Maquiavelo, debe abstenerse de robar bienes "porque los hombres olvidan más rápido la muerte del padre que la pérdida del patrimonio".