Siete días de política

Los errores traen incertidumbre y la incertidumbre, más errores

El gobierno entró en un círculo vicioso: no puede recuperarse electoralmente, copia la agenda opositora, pierde iniciativa y la expectativa de una derrota agravada lo lleva a equivocarse más.

Los errores políticos tienen invariablemente consecuencias económicas. En los últimos días se detectó un alza de las tasas de interés que pagan los bancos para retener depósitos; eso es producto directo de la incertidumbre. Los primeros en exteriorizarla fueron los empresarios, frenando inversiones. Los siguieron los políticos, saltando de un bando peronista al otro. Ahora la incertidumbre ya permea hacia abajo, hacia los ciudadanos de a pie que tienen depósitos en los bancos y no saben qué puede ocurrir a partir del 28 de octubre.

La explicación de este fenómeno es, en primer lugar, electoral. El líder de la oposición peronista, Sergio Massa, que el 11 de agosto había salido tercero con 21% de los votos en Bahía Blanca, ahora encabeza las encuestas en esa ciudad con 36%. Tanto en Bahía Blanca como en Mar del Plata, las dos ciudades más grandes del interior de la provincia, dio vuelta la situación y va primero. Hoy las encuestas le dan una ventaja en todo el distrito que oscila entre 10 y 15 puntos por sobre el kirchnerismo.

¿Cómo responde a esto el gobierno? Con desorientación. Copió la agenda opositora (impuesto a las ganancias, seguridad, etcétera), pero no paró de retroceder en las encuestas, puso a la dirigencia propia en estado deliberativo y por añadidura despistó a sus votantes. Ya está claro que no maneja la iniciativa y que va a la rastra de los hechos como en 2009, pero sin la posibilidad como entonces de mantenerse en el poder.

Las idas y vueltas respecto a la baja de imputabilidad penal de menores dejaron al candidato presidencial, Martín Insaurralde, vapuleado y aislado. Hubo legisladores y hasta ministros "K" que criticaron en forma pública la idea mientras la presidenta Cristina Fernández guardaba silencio.

Finalmente hubo un encuentro de Insaurralde con la jefa de Estado y una comida con los legisladores que lo impugnaban y la "zurra" mediática cesó, pero con un doble costo: Insaurralde quedó desautorizado y los votantes de "camiseta" del kirchnerismo estuvieron varios días sin saber a dónde habían ido a parar las "convicciones" de su líder espiritual.

La desorientación no sólo fue de Insaurralde, hubo declaraciones poco oportunas de la presidenta respecto de los ferrocarriles, insistiendo con la idea de una "revolución" en el rubro que queda desmentida con la simple comprobación de la manera peligrosa y degradante a la que cientos de miles de usuarios (que también votan) son sometidos todos los días por viajar en tren.

También una declaración entusiasta sobre las antenas de televisión satelital en las villas de emergencia, que se supone que el gobierno debería erradicar en vez de dotar de sistemas de TV que compitan con el Grupo Clarín. Para rematarla el viernes pidió a la oposición que vote el presupuesto 2014 con previsiones tan irreales que lo mejor sería aprobarlo sin debate; lo más silenciosamente posible.

Si la presidenta apareció algo desenfocada, un par de sus ministros no se quedaron atrás. El de Educación dijo que hay crisis en su área desde 1810, mientras que Florencio Randazzo se declaró "harto" de los paros de los ferroviarios y amagó con renunciar, si no lo dejan hacer la revolución ferroviaria a él.

Lo que no se sabe es si le había avisado antes a la presidenta o si es un "librepensador" como Insaurralde. En cualquier caso su ultimátum les importa muy poco a los gremialistas, pero desaira a la presidenta que se enteró por los medios de que podía tener una baja inesperada en el gabinete.

Completa el panorama la cada vez más perceptible pérdida de poder. Se aleja el sindicalismo, la dirigencia política que ya está armando bloques massistas en el Congreso y se repiten los problemas con la Justicia. Durante la semana que acaba de concluir un juez indiscutiblemente peronista proceso a Guillermo Moreno por abuso de autoridad. No se trató de un desafío a Moreno, sino a la propia presidenta que lo ha investido de un poder omnímodo.

Este traspié no es atribuible a la derrota electoral, sino a en error anterior: la ofensiva contra la Justicia con una reforma tan mal manejada como innecesariamente conflictiva. No sólo Moreno recoge su siembra de arbitrariedad y prepotencia, sino también la presidenta paga el error de haber querido consolidar su dominio sobre la Justicia sin contar con medios elementales para lograr el objetivo.