La opereta se dio en el Colón con gran desempeño de Matthias Hausmann y Benjamin Bruns
Notable puesta de "La viuda alegre"
Ficha técnica:
"La viuda alegre", opereta en tres actos. Libro: Víctor Léon y Leo Stein. Música: Franz Lehár. Cantantes: Solveig Kringelborn, Matthias Hausmann, Lyuba Petrova, Benjamin Bruns, Reinhard Dorn, Norberto Marcos, Carlos Ullán, Gustavo Zahnstecher, Ernesto Bauer, Natalia Lemercier, Alejandro Meerapfel, Oriana Favaro, Rosemarie Klingenhagen, Marisú Pavón, Leonardo Estévez y Ariel Ramos. Iluminación: Roberto Traferri. Vestuario: Mini Zuccheri. Escenografía: Michael Yeargan. Coreografía: Rodolfo Lastra. Régie: Candace Evans. Ballet (Lidia Segni), Coro (Peter Burian) y Orquesta Estables del Teatro Colón (Gregor Bühl). El martes 29, en el teatro Colón.
Fue decididamente magnífica la producción de "La viuda alegre", que el Colón presentó en la última función de su temporada lírica. No sólo tuvo un marco escenográfico de bellísimos lineamientos "art nouveau", diseñado en 2001 por el estadounidense Michael Yeargan y criteriosamente iluminado por Roberto Traferri, sino que contó también con un vestuario de finísimos y elegantes diseños elaborado por Mini Zuccheri y una propuesta de muy ingenioso armado en sus pasos de comedia.
Residente en Nueva York, Candace Evans plasmó en efecto un esquema teatral singularmente aceitado y de atrayente dinámica; ajustada en desplazamientos y entradas, meritoria en ritmos, detalles y prolijos juegos actorales, su régie no dejó vacío alguno y se constituyó junto con los demás factores visuales en uno de los sostenes fundamentales de toda la representación.
BAILES Y CORO
Con coreografía creada por Rodolfo Lastra, vistosa, siempre lúcida y ceñida a la naturaleza ágil de la estupenda opereta de Franz Lehár, el cuerpo de baile estable, preparado por Lidia Segni se vio disciplinado y con figuraciones esbeltas, al tiempo que el coro de la casa, cuyo titular es el maestro vienés Peter Burian, mostró grata sonoridad, flexibilidad y homogeneidad (no fueron obviamente de su responsabilidad, sino del concertador, sus innumerables desencuentros con el foso).
Es que lamentablemente Gregor Bühl (¿quién podría explicar la contratación para el podio del teatro Colón de un director tan mediocre?) brindó una versión realmente burda de esta indiscutible obra maestra del repertorio ligero, traducción que osciló entre el circo y la antimusicalidad.
LOS CANTANTES
En el cuadro de cantantes solistas, las dos sopranos principales exhibieron voces pequeñas, de audición por momentos dificultosa. La sueca Solveig Klingenborn (Hanna Glawari) expuso además cierta rigidez y una ostensible opacidad en la zona central, mientras que la rusa Lyuba Petrov (Valencienne) exteriorizó llamativamente progresiva debilidad en el sector agudo.
En otros papeles, Marisú Pavón (Zozó), Rosemarie Klingenhagen (Praskowia) y Alejandro Meerapfel (Kromow), al igual que Norberto Marcos (Vizconde Cascada), Ernesto Bauer (Bogdanowitsch), Carlos Ullán (Raoul de St. Brioche) y Leonardo Estévez (Pritschitsch) se desempeñaron con corrección.
El veterano bajo Reinhard Dorn (Barón Mirko Zeta) realizó por su lado una impagable encarnación histriónica de su divertido personaje, igual que Gustavo Zahnstecher (Njegus). Pero los intérpretes más destacados de la noche fueron sin duda el barítono austríaco Matthias Hausmann (Conde Danilo Danilowitsch), quien además de buena desenvoltura escénica, demostró estilo, sobriedad y tersa y esmaltada línea lírica, y el tenor alemán Benjamin Bruns (Camille de Rosillon), que acreditó metal franco, de excelente legato y depurada emisión: fueron desde ya de primer nivel su romanza "Wie eine Rosenknospe" y la categoría del fraseo en el dueto "Sie sind eine anstsndage Frau".