Siete días de política
Aparecen las primeras fallas de conducción en el posnestorismo
Mientras las presidenta recomendaba al Primer Mundo en Corea el "modelo" local, acá estallaba un escándalo sobre coimas en la Cámara de Diputados y una inaudita polémica entre ministros.
Una semana atrás se señaló en este espacio que la presidenta Cristina Fernández había recuperado la simpatía popular y tenía la economía a favor, pero que debía probarse como conductora tras la muerte de su marido. Lo ocurrido durante los últimos siete días autoriza a pensar que en el arranque no lo hizo con demasiado éxito.
En primer lugar no puso orden en la polémica pública e inaudita entre miembros de su gabinete sobre la inflación, uno de los flancos más débiles de la gestión Kirchner. En tiempos de Néstor los funcionarios hasta tenían prohibido pronunciar la palabra. Ahora, en cambio, cualquiera puede teorizar sobre el tema ante la prensa.
Decir como Amado Boudou que perjudica a los ricos o echarle la culpa a los empresarios (Aníbal Fernández, Mercedes Marcó del Pont, Florencio Randazzo). El único que no habla es Guillermo Moreno, el encargado del tema, hombre de extrema confianza del ex presidente y desde su muerte, corrido del centro de la escena.
Tanta contradicción entre funcionarios -Fernandez se encargó de aclarar que la inflación golpea a los más pobres- fue suelo fértil para las versiones sobre conflictos en el gobierno y la estabilidad precaria de Boudou. Innecesario apuntar que el rumor acerca de un cambio de ministro de Economía bajo las actuales circunstancias no beneficia al gobierno.
Pero la locuacidad de los funcionarios no se limita al alza de precios. Con sus declaraciones vía twitter el canciller irritó visible e innecesariamente a José Mujica. Resultado: el presidente uruguayo se despachó otra vez contra el gobierno argentino y ahora el conflicto con Botnia -que se creía encaminado- vuelve a insinuarse.
El error más grueso de la semana tuvo lugar, no obstante, en la Cámara de Diputados donde el oficialismo pifió groseramente la estrategia para aprobar el presupuesto, dio lugar con sus presiones a un lluvia de denuncias sobre coimas y terminó siendo derrotado en una votación de madrugada.
Abundaron las equivocaciones. La primera, ingresar al recinto sin los votos asegurados. La segunda, creer que con la extorsión mediática del "palo en la rueda" y del shock de la presidenta por su reciente viudez los opositores se entregarían mansamente. La tercera, intentar el cambio del voto opositor en pleno recinto a vista y paciencia de todo el mundo. Resultado: un escándalo.
El increíble traspié tiene varias causas. La principal, no haber puesto en marcha una negociación con la "estructura" política y confiar en que todo lo que necesita la presidenta para gobernar es el contacto con "la gente" a través de la televisión dirigida por Tristán Bauer y sus asesores de imagen. Faltó diálogo con gobernadores y partidos en forma institucional y sobró "picardía". Para peor, la picardía en tiempos de Néstor funcionaba las 24 horas, tenía comando centralizado y casi nadie se enteraba. Hoy, no. En síntesis, el ruido provocado por tanta improvisación terminó en un bochorno.
El intento de captar voluntades ajenas tuvo, además, un fuerte impacto sobre la oposición, donde los aliados preferidos de la Casa Rosada -los radicales que se escudan detrás de Ricardo Alfonsín- terminaron arrollados por Elisa Carrió. Después de un prudente silencio la líder de la Coalición Cívica demostró que domina el escenario parlamentario y goza de un infalible sentido de la oportunidad. Denunció un pacto entre kirchneristas y radicales e hizo fracasar la sesión.
El golpe fue tan duro que Ricardo Gil Lavedra perdió la compostura broncinea de jurista con la que suele investirse y terminó acusándola, a falta de menor argumento, de jugar al "burako" en una lamentable copia del estilo "anibalesco". Sólo faltó que le dijera "cacatúa".
A Mauricio Macri no le fue mejor. Le sacaron del recinto a cuatro diputados que generaron muchas dudas desautorizando groseramente al presidente del bloque, Federico Pinedo, y no hubo sanciones. El jefe de gobierno porteño cree tal vez que el perjudicado por todo ese episodio es Pinedo, pero se equivoca. Es él quien perdió una excelente oportunidad para ratificar su autoridad y diferenciarse del kirchnerismo en lugar de lamentarse por las "internas" de la política.
Los penosos sucesos de la Cámara de Diputados, en resumen, salpicaron a todos los sectores, pero perjudican más al gobierno. No por la sospecha de corrupción, sino porque desnudaron problemas operativos en circunstancias complejas.