JUAN CARLOS MONDRAGON PRESENTA SU NUEVA NOVELA, "BRUXELLES PIANO BAR"

Un paisaje de exilio

El autor uruguayo reflexiona en su libro sobre la violencia que perdura en la sociedad una vez que concluye la ejercida por el Estado durante una dictadura. Además indaga en los temas del destierro y el desarraigo.

La historia de un hombre que decide concretar un exilio imaginario para atenuar el impacto de una depresión le permite al escritor uruguayo Juan Carlos Mondragón reflexionar en su novela "Bruxelles Piano Bar" sobre la violencia residual que subsiste en la sociedad una vez concluida la violencia ejercida por el Estado durante la dictadura.

La nueva novela de Mondragón aborda la cuestión del destierro pero desde su variable más sutil y acaso más compleja: su objetivo es narrar la experiencia del exilio interior, aquel que obliga a un hombre a desdoblarse y a sobreponer las imágenes de un territorio inventado para atenuar el impacto de una realidad que agobia con imágenes y sonidos de inagotable violencia.

NUEVAS FORMAS

La ciudad con la que se consuela mentalmente el periodista Leopoldo Cea -alter ego de Mondragón- es Bruselas, que con su entramado de calles serpenteantes y su arquitectura flamenca le da la posibilidad de olvidar por un rato no sólo el clima ominoso del país real sino también a la mujer que lo acaba de abandonar tras largos años de militancia y convivencia.

"Me interesaba contar la historia de la violencia, pero no de la violencia connotada por la dictadura sino de algo posterior, ese sedimento que queda alojado en una sociedad una vez que se termina la dictadura del Estado -destaca Mondragón-. De hecho, en el primer capítulo se ve cómo la violencia represiva asume nuevas modalidades, como si hubiera manadas de lobos que quedaron cebados y encuentran nuevas víctimas por ahí".

CIERTA REDENCION

"Es la búsqueda de una cierta redención, la de alguien que vive con el mal. Como todos nosotros, Leopoldo tiene un mecanismo de defensa: así como algunos se dedican al juego y otros al alcohol, a él se le ocurre que Montevideo se vuelve Bruselas para hacer más soportable su realidad", indica.

"Bruxelles Piano Bar", recién editado por Seix Barral, narra la construcción de ese sueño, la posibilidad de vivir en otro lado sin haberse desplazado geográficamente: "Esa elección implica una actitud algo paranoica que sumerge al protagonista en un submundo de personajes que oscilan entre la literatura de (Julio) Cortázar y (Roberto) Arlt", apunta Mondragón.

Ese mundo subterráneo situado en los márgenes de la verosimilitud le permite al autor de obras como "El príncipe de Van Lessing" o "Hagan de cuenta que estoy muerto" reflexionar sobre la privatización de la violencia o, dicho de otro modo, sobre lo que ocurre cuando la violencia deja de ser ejercida por el Estado para encarnarse en particulares.

"La relación entre política y violencia viene desde "La Ilíada". Es parte de la condición humana y está presente desde las Cruzadas hasta la Conquista del Desierto de Julio A. Roca y el exterminio a los charrúas. Siempre hay una forma de violencia impulsada por el Estado", asegura Mondragón.

"Lo que sí ha ocurrido de diferente en los últimos años es como una construcción social que lleva a sobrepasar todos los límites, algo que se ve en la cantidad de asesinos seriales, de ataques masivos a colegios y de adolescentes que matan a sus compañeritos -enumera-. Esta sociedad posmoderna que prometía una suerte de ocio permanente se ha transformado también en un vector de manifestación de todas esas formas de la violencia".

VIAJE ALUCINADO

Apenas transcurridas las primeras líneas de "Bruxelles Piano Bar", Mondragón anticipa el estatuto lector de corte surreal que regirá el curso de la historia, motorizada en gran parte por los diálogos entre Leopoldo y su gato Teseo.

Ese contrapunto entre hombre y felino es una de las tantas singularidades de esta novela que además incluye la aparición de Mondragón como personaje y un tramo decisivo en el que el escritor estrecha la complicidad con el lector y le franquea algunos secretos sobre la escritura del libro en cuestión.

"Me interesa en un momento determinado de la trama revelarle al lector un misterio, que no pasa por dar a conocer el ADN del asesino como se ve hoy en decenas de series diarias sino por contar quién es en realidad el narrador", desliza.

"La novela ya no sirve para estremecer la conciencia", se queja Leopoldo en un tramo de la novela donde parece filtrarse como nunca la perspectiva personal de Mondragón: "El arte en general y la literatura en especial ya no hacen daño. Hay que recuperar para la literatura y la novela esa experiencia de viaje alucinado, hay que volver a sacudir a la conciencia", confirma el autor.

"Si se perdieron lectores y se habla tanto hoy del libro electrónico es porque hay una responsabilidad del escritor. Creo que muchos autores han quedado atrapados en una comodidad de premios, notas y funciones diplomáticas que han distorsionado la relación con la escritura, porque no es que perdimos la vinculación con los lectores sino -más grave todavía- con la propia novela", dispara.

"Yo particularmente más que escribir bonito lo que estoy buscando es escribir con conmoción. Y si estoy preparando otra novela es porque hay una rabia que todavía no quedó del todo plasmada en esta ni en mis obras anteriores. Creo que como decía Bertold Brecht, en la literatura también se da el combate político", concluye