LA BIBLIOTECA DE LOS SABIOS ARGENTINOS: SARA FACIO
"Si una foto no es buena no late"
Es una de las grandes fotógrafas del país. Su lente retrató a grandes personalidades como Julio Cortázar, María Elena Walsh, Pablo Neruda, Astor Piazzolla y Ernesto Sábato. Cuenta que Buenos Aires fue cambiando sus colores a partir del vestuario de su gente.
Al ingresar al estudio de Sara Facio, en Barrio Norte, un largo pasillo permite ver parte de las fotografías tomadas a lo largo de varias décadas por la autora. La foto de un joven Julio Cortázar, con un cigarrillo en la boca en una calle de París; de Doris Lesing, antes de ser premio Nóbel; de un Sábato meditabundo en el Parque Lezama; de Pablo Neruda en Isla Negra; de unos niños con la "ñata contra el vidrio" en la ciudad de Colonia.
La huella de un momento, un tiempo único aparece en cada una de las tomas de esta mujer que sabe como pocos, convertir un gesto, un ambiente, una situación, en una obra de arte.
Facio habla con La Prensa de sus comienzos, la experiencia de fotografiar celebridades, y cómo desde su lente pudo ir captando los cambios en una sociedad y una Buenos Aires que modificó hasta sus colores.
- ¿Cómo se acerca a la fotografía? ¿Es algo que viene por herencia, es una inquietud suya?
- En realidad mi inquietud eran las Bellas Artes. Estudié en la Escuela Nacional de Bellas Artes, en la Pueyrredón, y en la Cárcova que está en la Costanera. Y cuando me recibí obtuve una beca del gobierno de Francia para estudiar historia del arte. Viajé a Europa y recorrí Francia y Alemania. Era 1955, tiempos de posguerra. Empezaban las grandes empresas a promocionar mucho las cámaras de fotos. Renacían las cámaras Leica, Agfa, y toda la gente joven así como hoy está con los celulares, estábamos fascinados con las cámaras fotográficas. Compré la primera con la intención de tener registro del viaje que estaba haciendo. Pero cada día veía en Alemania una faceta de la fotografía que acá no conocía que era la fotografía más allá de la parte profesional de "ganapan", y que podía ser también un medio de expresión, de comunicación muy importante. Estaban en el ambiente esas ideas.
- Una fotografía que fuera más allá de lo típico periodístico
- Una fotografía que podía ser periodística, pero no puramente comercial. En aquella época la fotografía se asociaba en los barrios a hacer una foto en un estudio de casamiento, de primera comunión, de ese tipo de cosas que ahora ya no existe. Si alguien se casa tiene un montón de gente que les saca las fotos, no tiene que ir a un estudio fotográfico como antes. Pero esta situación que viví en Europa me abrió la cabeza de que la fotografía podía ser también una herramienta artística, de expresión. Era algo más vital, más contemporáneo estar con una cámara, con la gente, en la calle, que estar en un estudio. Ahí empecé a hacer fotos, y cuando volví a Buenos Aires me hice socia del fotoclub Buenos Aires y conocí a las estrellas del momento como Annemarie Heinrich, por ejemplo. Y tuve la suerte de que me tomara como ayudante y aprendí el oficio.
- ¿Qué recuerdo tiene de Annemarie Heinrich en cuanto a su persona y su profesionalidad?
- En cuanto a su profesionalidad, si la perfección existe podríamos decir que era casi perfecta. En lo profesional ella se dedicaba a retratos de ambiente del show, que en ese momento se llamaba de artistas. Sus retratos eran impecables desde el punto de vista técnico y por lo que expresan. Lo que ella quería expresar era que los actores y las actrices eran como semidioses, no tenían nada fuera de lugar. Era una maestra para el retoque. De modo que aprendí con ella no sólo el oficio. Ella era de nacimiento alemana y recibía muchas revistas de Alemania, Estados Unidos. Aprendí lo que era contemporáneo, no había internet. Y después me asocié con una compañera, Alicia D"amico. Luego como agente de prensa del fotoclub llevaba las fotos ganadoras de los concursos a La Prensa. Ahí publiqué mi primera foto, que saqué en Colonia. Pero no era fácil para las mujeres publicar en los medios, había mucho machismo.
TIEMPOS DIFICILES
- Difícil el ambiente de la redacción para una fotógrafa en ese tiempo.
- En general toda la sociedad rechazaba el trabajo de una mujer que consideraba era de varón, no se por qué cuando históricamente la fotografía es una de las pocas actividades quecuando se descubrió en 1839, empezaron a hacer fotografías del mismo nivel tanto varones como mujeres. Las grandes retratistas en Inglaterra eran mujeres, lo mismo pasa con otras muchas actividades.
- ¿Y cómo fue presentando su material?
- Siempre quise ser mi propia productora. Por ejemplo si me interesaba Piazzolla, lo proponía. Iba con ideas de mayor actualidad, y me fui imponiendo y haciendo fotos que interesaban. En La Nación logré poner en la tapa de la revista a María Elena Walsh. También recuerdo otra de mujeres en el tango: Amelita Baltar, Susana Rinaldi, Rossana Falasca, y otra nota consagratoria fue en el suplemento de cultura, cuando salió la foto de Cortázar, con el cigarrillo. Después trabajé con agencias extranjeras.
- Fue dejando los medios nacionales y pasó mas a los internacionales
- Fue algo medio mutuo, ni me contrataban ni yo tampoco quería trabajar, hacían lo que querían con la foto, había poco respeto. No había editores de fotografía. Ahora cambió.
- ¿Siempre le ha interesado más el tema del retrato?
- Más que retrato me interesa el factor humano, la gente. Pueden ser anónimos o famosísimos. Me parece que la foto tiene otra vida cuando existe el elemento humano, por más que haya paisajes maravillosos o composiciones sublimes, pero a mi no me atraen tanto.
- ¿Qué sería para usted una buena fotografía?
- Creo que es como en todas las expresiones artísticas, no es fácil de explicar. ¿Cómo explicás que una sinfonía de Beethoven es mejor que la de un músico argentino que toca en el Colón? Obviamente para hacer una buena foto hay que tener un gran conocimiento de la materia, una buena técnica, tener un deseo de una comunicación, y que el observador se sienta tocado por esa foto. Generar una imagen que cuando alguien la mira no la olvide sino que la recuerde, en ese algo es donde está el misterio. Si no, entre los fotógrafos decimos son fotos que sacó una buena cámara, están muy bien hechas, tienen una buena composición, una buena textura, un buen foco, pero la sacó la máquina que es buena, no late, no te comunica nada.
- ¿Cómo se lleva con la fotografía digital, cree que es un paso adelante?
- Creo que en estas cosas todo es un paso adelante, porque detrás de todo lo técnico está el ser humano. Se puede tener una máquina fantástica con la última tecnología, pero esto no da patente de gran fotógrafo. A mi me parece que todo aporta y no hay que cerrarse para nada a todo lo nuevo, lo que pasa es que hay que estudiar. A veces me dicen por qué no te metés con la fotografía digital, pero tendría que estudiar mucho. A mi la fotografía digital que me gusta, de maestro, es impecable y perfecta. No se saca con una maquinita así nomás. Hay que saber sacar y ser muy rápida para elegir. Porque con esa nueva técnica en la que se ve en la computadora una gran cantidad de fotos, capaz a uno se le pasa un elefante.
- ¿Pero es de usar máquina digital?
- Sí, la uso.
GRANDES FOTOS
- ¿Hay alguna personalidad que le impactó más a la hora de retratarlo?
- Son situaciones que tienen más que ver con la parte psicológica o afectiva que con la parte de la fotografía en sí. Puede haber gente que a lo mejor no me gustó tanto pero le hice muy buenas fotos. Pero en general la gente que a uno le gusta mucho uno le pone más sentimiento. Incluso una vez tuve que hacer fotos del ajedrecista Bobby Fisher y fue terrible porque era un muchacho que no estaba muy bien. Y cuando vio la cámara, empezó a pegar. Pero como yo era profesional la foto tenía que sacarla. Fueron buenas fotos que salieron en todo el mundo, pero fue complicado.
- ¿Y alguna foto que recuerda y que se sintió muy satisfecha al verla, tuvieron un gran éxito?
- De Bobby Fisher tengo buen recuerdo, sus fotos se publicaron en el mundo entero. También las fotos que le hice a Monzón cuando era campeón mundial, me las pidieron de todos lados. Le hice fotos en su casa de Santa Fe
.- ¿Y alguna personalidad que le gustaría retratar o le hubiera gustado?
- Siempre tuve muchas ganas de sacarle una fotografía a Simone de Beauvoir, la veía todos los días en el café en París, pero nunca me animé, le tenía demasiado respeto para acercarme. Y de ahora me gustaría sacarle fotos a la (ex) presidenta chilena Michele Bachelet.
- ¿Y de la Argentina, alguien le gustaría?
- Bueno, si alguien me gustara mucho ya lo hubiese fotografiado
- ¿No hay alguno que se niega?
- No, al contrario. Por ejemplo en una de las últimas notas que concedió Ernesto Sábato, dijo que al único fotógrafo que recibía era a mi, fue una gran satisfacción.
- A Borges también lo ha retratado varias veces
- Si, cuando lo conocí si bien ya era reconocido, no era esa figura acosada que fue despúes.
- ¿Y a presidentes fotografió?
- No, me han llamado para hacer fotos oficiales, pero por suerte nunca me encontraron
- ¿No le interesa sacarles fotos?
- Lo que pasa es que no me llama la atención hacer una foto oficial. Lo que querían era una foto con la banda, la clásica. Si fuera un reportaje libre me gustaría de cualquiera de los presidentes votados. Pero la foto oficial con cara neutra es justo lo que no me interesa.
LUGARES Y COLORES
- ¿Hay lugares especiales en la ciudad? ¿Uno de esos que piensa que lindo lugar para hacer fotos?
- No, porque yo creo que se puede hacer una buena foto hasta adentro de un ascensor. Hay que tener las ganas y estar inspirado en ese momento. Hay gente que solamente piensa que puede hacer buenas fotos si viaja a Tailandia o a Japón, o Machu Pichu. La buena foto puede estar en cualquier lugar
- ¿De todas maneras nunca le pasó encontrarse con un lugar que pensó:- este es un lugar fotográfico?
- A mi me pasó una vez. He hecho el 90 por ciento de mis fotos en blanco y negro. Pero me ocurrió que cuando conocí Guatemala hubo un descubrimiento del color para mi. Fue como si de golpe se hubiera cambiado un filtro para convertirse en uno de colores. Fue un cambio y empecé a ver color. Al punto que hice un libro sobre el país en colores. El color era fantástico.
- ¿Y de Buenos Aires algún lugar que diga que lindo?
- Buenos Aires toda me gusta. Inclusive es una ciudad que no está 100 por 100 aprovechada. En eso es como París, donde en cada viaje que uno hace encuentra un lugar que está de moda, que lo han remozado. Acá pasa lo mismo. Por ejemplo, si uno piensa lo que era hace 20 años el puerto, y que hoy se ha convertido en Puerto Madero, con la vida que tiene, y el impulso que hay. Palermo mismo, que hoy se divide en Palermo viejo, nuevo, soho. En Belgrano Las Cañitas. Y no sólo porque se ponga de moda sino porque va cambiando la fisonomía, los colores, la textura, la gente. Los vecinos van cambiando los barrios. Por ejemplo en mi libro Buenos Aires-Buenos Aires que es del 68 la gestualidad, la forma de moverse, de estar parado no tiene nada que ver a como está hoy. La manera de caminar, de sentarse. ¿Cuando en aquel tiempo uno iba a ver a una chica o un chico en shorts caminando por una vereda? En la época de la dictadura hasta lo llevaban preso. Hoy se adopta una forma de estar sentado, parado y de moverse que es notorio. Y el colorido que hay hoy en día no existía en los años 60
- Esto se notaba en los barrios, la Ciudad
- Sí, antes los zapatos de los varones eran negros o marrones nada más. Y una mujer no iba a ir con una cartera fucsia o verde manzana. Y en fotografía me acuerdo cuando iba al Colón con Annemarie Heinrich, si quería entrar a la sala a hacer fotos había que entrar de largo. Esos cambios muy profundos de la sociedad, el fotógrafo que tiene una cierta experiencia los nota, los ve y los marca.