Objetivos sin utopías

La renuncia de Salomón Schachter a la Facultad de Medicina de la UBA plantea otro choque de intereses políticos con la excelencia en la formación médica.

Si se toma el alejamiento del profesor doctor Salomón Schachter de su cargo de Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires como una alternativa más en la azarosa vida de los últimos años de esa casa de altos estudios, y se la atribuye sólo a una errónea contingencia de índole política, no se advertirá entonces la magnitud de esta pérdida de una maestro de las ciencias en su función formativa de médicos, y tampoco se comprenderá el inconcebible momento que vive la Argentina en cuanto al maltrato de sus instituciones y de quienes las conducen con los mejores ímpetus. El doctor Schachter tuvo el apoyo del rector Oscar Shuberoff, lo que resulta un tanto formal frente a las presiones políticas que sobre el decano ejercía su propio Consejo Superior. Estos dos aspectos no coincidieron con la convicción del renunciante, porque son en sí la esencia del alto grado de politización de los claustros, lo que finalmente determinó la dimisión. Schachter no deja atrás un terreno que ya no ocupará por haber sido vencido, sino, todo lo contrario, entrega a quienes no lo comprendieron ni lo acompañaron un legado ardiente que tiene sus raíces en su objetivo de formar no más sino menos profesionales para asistir a la comunidad como merece, con diplomas que signifiquen una garantía de idoneidad. Los que quedaron en Medicina deberán levantar una pesada transferencia ética que les deja un Schachter cuyas reflexiones bien han de servir para sustentar mejor la institución oficial que forma a médicos argentinos y de otras partes del continente. Irónicamente, deja su función de formador un científico para quien la educación es el arma más poderosa contra la ignorancia, la dependencia, la miseria moral y material, lo que no pudo poner en plena práctica en la Facultad pese a su indiscutible objetivo de plasmar tales principios con la síntesis de la ética y el saber en un escenario de libertad y pluralismo. Se va, pero sin quebrarse, porque sabe muy bien que esta ecuación no es una utopía. Puso honestidad, transparencia, honor, dignidad, experiencia como médico y docente para transformar los modelos de formación médica y evitar caer en la mediocridad y la incompetencia, porque entiende que 36.000 estudiantes no solamente desbordan la capacidad física de una edificio o de una labor docente, sino que se alejan de la formación cualitativa hasta llegar al extremo no tener durante sus estudios el adecuado contacto con los enfermos. El doctor Schachter no sólo intentó ser fiel a sí mismo basándose en su experiencia y en la misión que se le confió, sino que interpretó a médicos, estudiantes y la misma opinión pública con una generalizada disconformidad acerca del nivel de la formación de los médicos y la idoneidad de cada uno de ellos para el ejercicio profesional. Por ello impulsó un cambio curricular, alentando la investigación científica para enfrentar y resolver los viejos y nuevos desafíos, pero todo ello bien alejado de una conducta proclive a las concesiones, los facilismos y las lucha estériles por el poder. Porque ello es la antítesis del mejor rol que debe desarrollar la Facultad. Los sucesores del decano renunciante no podrán evitar recoger lo que expresó en su renuncia: ``Las instituciones científicas se nutren de su contenido espiritual. Esto y sólo esto les da la llama viva y las fortifica''.