Los chicos del subte

Es incomprensible que las empresas privadas que administran las líneas de subterráneos permiten actuar a organizaciones que explotan a los niños.

Le mendicidad por auténtica necesidad es un muy lamentable recurso extremo al que se ven obligadas numerosas personas por estos tiempos. Fácil es advertir cuando la ayuda que se pide guarda un estado de desesperación, lo que muchos advierten y tratan de mitigar con alguna colaboración monetaria. Algo muy distinto es comprobar cómo organizaciones de inescrupulosos individuos explotan a niños de corta edad, muchos de ellos con diversas discapacidades, para obtener dinero mediante la lástima pública. Esto no sólo se advierte en la calle, sino en algunos medios de transporte, sobre todo en los subterráneos. Resulta incomprensible cómo las empresas que administran estas líneas tienen verdaderos ejércitos para la vigilancia y las estaciones, sobre todos aquellas de un solo andén y central, son los lugares donde aquellos inescrupulosos se instalan para administrar lo recaudado por los chicos y dirigir desde allí toda la operación mendigante a lo largo de las muchas horas en que funciona el subterráneo. Admitir este tipo de actividades no constituye una apelación al sentimiento humano en favor de chicos necesitados, sino una suerte de encubrimiento de una explotación de la niñez a la vista de millones de personas que utilizan el subterráneo y que nada pueden hacer para impedirlo.