Solución errónea

La proposición de imponer la jubilación a los 55 años está muy lejos de disminuir el índice de desocupación por cuanto aumentaría indirectamente.

La ciencia médica se ocupa de extender la vida humana, y por ello vamos conociendo cómo las expectativas de existencia se van ampliando hasta considerar que se puede llegar a ser octogenario con una calidad de vida respetable. Las ciencias económica y social, en cambio, y sobre todo aplicadas a la política argentina, están empeñadas en demostrar lo contrario, cuando hay gobernantes, como Carlos Ruckauf, y, nada menos, que de la provincia más grande y más poblada, que estiman que la vida útil de una persona debe cesar a los 55 años, una edad estimada como plena de madurez intelectual, además de físicamente adecuada para continuar con el natural y necesario esfuerzo diario de trabajar. La propuesta del gobernador carece de un contenido humanístico por cuanto recurre al salvaje recurso de anular a un ser que mucho costó formarlo y que se lo deja de lado sólo con la firma de un papel y en momentos en que el país necesita de exponentes de otras generaciones que sostuvieron al país con valores muy firmes y una ética hoy poco frecuente. El hecho de jubilarse ha dejado de ser un premio, como cuando se decía que fulano se acogía a los beneficios de la jubilación, sino que actualmente se trata casi de un perjuicio no sólo económico, sino moral, cuando bien es reconocido que muchos sociólogos consideran a esta postración como un deceso social. Ni Carlos Ruckauf, ni quien lo imite aceptando su llamado, solucionarán el problema del desempleo, como cree. Es cierto que por cada ciudadano que se jubila en el otro extremo del sistema laboral se origina una vacante, pero no debemos engañarnos. Un hombre o una mujer a los 55 años termina buscando otro trabajo, porque debe seguir en actividad por su propia salud mental y por necesitar de un complemento de la magra jubilación que cobrará. Otro engaño es suponer la automaticidad del reemplazo de quien se jubila por parte de un joven, cuando el mismo Ruckauf anunció hace apenas dos semanas que en la administración pública bonaerense se han cortado los ingresos. Esta concreción de la jubilación de 55 años en Buenos Aires y este proyecto lanzado por su gobernador para el resto de la sociedad argentina es la más clara demostración de la incapacidad -nunca imposibilidad- de crear fuentes de trabajo nuevas para reducir al inamovible -y seguramente mayor en un futuro próximo- índice de desempleo. El cual no bajará con este sistema jubilatorio al disminuir la edad, porque no se trata de una ecuación aritmética directamente proporcional, sino, todo lo contrario, la situación de jubilado no impedirá que se salga a buscar una ocupación, persona ésta que, entonces, deberá ser tenida en cuenta por el Indec, que mide la falta de trabajo basándose en los que van a buscarlo y no lo encuentran. Para disminuir la desocupación hay una sola fórmula: crear fuentes de trabajo, con gobernantes creativos, capaces, luchadores en el campo social más que dedicados a hacer política de enfrentamiento, y con sensibilidad hacia quienes no pueden trabajar aun queriéndolo hacer, y por quienes tienen trabajo y sufren igualmente por esta inestabilidad institucionalizada que tiene un efecto paralizador. En términos políticos es imposible gobernar un pueblo atemorizado.