El mensaje de Allbright

La visita de la secretaria de Estado norteamericana no debe interpretarse sólo como su último viaje a la Argentina, sino analizar el contenido subliminal.

La jefa de la diplomacia norteamericana, Madelaine Allbright, pasó por Buenos Aires para despedirse de funcionarios, colegas y amigos de una Argentina que, según ella misma expresó, mantiene excelentes relaciones con los Estados Unidos, en un nivel que excede el que puede marcar la mera relación diplomática. Se va dentro de un par de meses porque Bill Clinton, de quien trajo sus saludos especiales para Fernando de la Rúa, termina su segundo mandato como presidente. Allbright estuvo en nuestro país luego de hacer lo mismo con el Brasil y para seguir viaje rumbo a Chile, Bolivia y Ecuador, en una gira última donde en cada país reiterará la intención de que se formalicen determinados objetivos previstos por la administración Clinton. Puede advertirse en esta mujer de fuerte temperamento político, como es que es hija de un diplomático checo y judío convertido al catolicismo y que debió huir en 1939 de los nazis, que no pierde oportunidad para entrelazar su trato afable con su misión inquebrantable aún en el último tramo de su jefatura del Departamento de Estado. Y puede advertirse en ello que para los norteamericanos hay objetivos por alcanzar en tiempos definidos, y que si hoy no saben todavía si el nuevo gobierno será republicano o demócrata, lo que hacen lo hacen por un país que no pierde continuidad en las transferencias del más alto poder. Los temas que Allbright habló con políticos, empresarios, diplomáticos y el propio presidente de la Nación, son los que tocaría cualquier canciller, porque responden a un interés nacional y a una política en apoyo de las democracias que nunca discutirían republicanos o demócratas. Son funcionarios que cumplen con su misión hasta el último segundo en el cargo, y tratan de dejarlo lo más lubricado posible para darle a la política norteamericana una coherencia natural al margen del partido que llegue o siga para gobernar. Así, escuchó pedidos para esclarecer la cuestión de los desaparecidos durante el proceso militar argentino; de las penurias económicas que el país está pasando; tampoco se olvidó del plan Cóndor, y elogió a la Argentina como un excelente socio y un líder internacional en las misiones de paz desempeñadas en diversas partes del mundo. Pero también habló. El tema de los cielos abiertos para las rutas de aeronavegación y las patentes medicinales lo dejó como misión del flamante embajador en nuestro país, así como una definición en el proyecto de integración económica de toda América -ALCA- se la endosó al próximo gobierno norteamericano, pero no tuvo vueltas para conocer qué posición tiene la Argentina respecto de algunas democracias sudamericanas tambaleantes o golpeadas. Colombia fue, es y será la gran preocupación de los Estados Unidos, y sin requerir una ayuda determinada, sí planteó que su presidente necesita de un apoyo significativo de los países con democracias políticamente sanas como el nuestro. Porque sabe de la amistad de Fernando de la Rúa con Andrés Pastrana. También mostró inquietud por un Perú que necesita ser democratizado en profundidad después de sus tan discutidas y recientes elecciones, y no pasó por alto a Venezuela, cuyo primer magistrado, Hugo Chávez, un general golpista contra el mismo sistema democrático del que goza, dio las espaldas a Washington para visitar Irak y otros países árabes enfrentados con los Estados Unidos. Madelaine Allbright vino para despedirse y dejó un mensaje fácilmente descifrable: su país sólo apoyará a una América plena de democracia, y los países más sólidos en el sistema deben ser custodios, sin llegar a una intromisión en los asuntos extranjeros, de la vida política en el resto del hemisferio. Madelaine Allbright bien pudo hacer ésto porque ningún presidente que suceda a Clinton, así sea el republicano George Bush, podrá pensar distinto. Esta coherencia casi abstracta en la política exterior de los Estados Unidos es lo que hace que un país sea considerado simplemente grande. Los países que en una transición de gobierno se vu